“Venga, qué se le ofrece, joven”. “Estamos de liquidación”. “Yahuarlocro, caldo de bola...” son parte de la mezcla del ambiente sonoro que le dan los comerciantes al paso de personas como Doris Mendoza y Claudia Toapanta, dos clientas que llegan regularmente al Mercado de las Cuatro Manzanas.

“Siempre vengo acá, antes iba a la zona del Mercado Central, donde se ponían los vendedores. Aquí reparo mis cosas y compro los útiles para mis hijos”, dijo Mendoza, quien llegó el sábado 1 buscando arreglar una plancha y adquirir varios cuadernos para sus dos hijos. “Ahorita vengo por los trajes julianos que le pidieron a mi hija, siempre vengo en Navidad o a buscar útiles”, añadió Toapanta al transitar por los pasillos del mercado del sur de la urbe.

Entrando por cualquiera de las puertas de este mercado, ubicado en las calles Huancavilca, Franco Dávila, Pío Montúfar y 6 de Marzo, se nota el ambiente por los 482 años del proceso fundacional de la ciudad. Allí hay estantes donde cuelgan coloridos trajes, banderines, sombreros y más artículos celeste y blanco.

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Los clientes en su mayoría llegan en grupos y salen raudos por las puertas de cada calle, cargando varias fundas.

Aunque en esta época hay cuatro secciones diferenciadas como ropa y útiles escolares, herramientas y electrodomésticos y muebles, la oferta es ‘camaleónica’. Así, hay meses en que los puestos se adornan con uniformes y útiles escolares, prendas playeras, artículos para los enamorados, Día de la Madre, Día del Padre, Día del Niño, fiestas de Guayaquil (en julio y octubre). A partir de octubre, muchos locales se copan con ventas de artículos navideños, y en diciembre las vestimentas para las cenas y las denominadas “cábalas”.

Rosa Becerra, en el puesto 1.339, vende uniformes escolares como principal producto, aunque también combina otro tipo de mercancías para adaptarse a la temporada.

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A la entrada, cada cliente, en menos de cinco minutos, es sometido al cuestionario –“¿qué anda buscando?, ¿qué se le ofrece?”– de varios comerciantes, que antes trabajaban en las calles. Eva Narváez llegó al sitio hace catorce años tras permanecer como informal afuera del Mercado Central.

Allí vendían en las aceras hasta que fueron reubicados en este mercado, ahora con orden y seguridad, cita Narváez.

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“Aquí nadie quería venir cuando nos reubicaron, ahora se pelean por los puestos, hay mucha competencia”, dice y agrega que en su mayoría los clientes la reconocen por su buen trato.

En el sitio la oferta para el hogar también se ha diversificado. El cliente puede encontrar muebles, electrodomésticos, herramientas. También los servicios se multiplican. Hay peluqueros, reparadores de todo tipo de artículos, confeccionistas y más. Incluso hay del costado de la calle Huancavilca una zona de vegetales y venta de alimentos.

El ajetreo de todos los días se reaviva más de 09:00 a 11:00 y de 16:00 a 18:00, en su mayoría cierra, según comerciantes.

En el centro del mercado, los enganchadores de comensales se acercan y se alejan hacia sus posibles clientes. Recitan el menú del día para atraer a clientes al paso. “Venga, yahuarlocro, caldo de bola, arroz con menestra, jugo de naranja”, dice uno, al pie de un espacio dispuesto con mesas y sillas. Se venden por solo $ 2,50, mientras muchos de los comerciantes comen al pie de sus puestos en tarrinas. (I)

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