En noviembre de 2016 a Andrés Avilés, de 38 años, le detectaron linfomas. El cáncer había comprometido varios órganos exceptuando el hígado y los riñones, rememora el hombre que se dedica a actividades de cerrajería y al duplicado de llaves.

“Yo soy cristiano, la fe más grande, la última palabra la tiene Dios. Yo no me aferré a mi problema, simplemente dejé que fuera fluyendo”, dice el padre de dos niños.

Recuerda que llegó a Solca derivado de un hospital público donde se hacía atender. Ya allí empezó con los tratamientos y quimioterapias que, según cuenta, lo mantienen estable.

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Él lleva cuatro sesiones de seis que debe realizarse y hasta el momento la reacción ha sido bastante favorable.

Esa, sostiene, es su recompensa, pues a raíz de que le detectaron la enfermedad su esposa lo abandonó.

“A raíz de todo eso, de mi problema y todo, mi hogar lo perdí, pero yo sigo todavía contento y feliz. Luchando cada día. (I)

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