A mediados del siglo XVI, Cotacachi no era un pueblo, era un sitio que pertenecía a las faldas del volcán Huarmi Raso o Cerro Hembra, donde actualmente se asienta la hacienda Pinsaquí. Esta era productora de ganado y aquí nació la industria del cuero con la elaboración de monturas y artículos para la caballería y cuidado de ganado.

En 1941, en Cotacachi empezó el boom del cuero por la Segunda Guerra Mundial. Este cantón tuvo un vínculo fuerte con Estados Unidos en la elaboración de cigarreras y cantimploras para los soldados que estaban en el frente de batalla, dice Álvaro Ibarra, morador.

Las familias empezaron a trabajar en talabartería y lograron buenas ganancias al consolidarse como productores de artículos de cuero. Sin embargo, los artesanos empezaron a pedir whisky y cigarrillos norteamericanos a cambio del pago por la mercadería que enviaban, esto produjo un debilitamiento en las ganancias. En 1945, la guerra terminó y el negocio decreció.

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No obstante, las familias continuaron trabajando el cuero y actualmente en Cotacachi se comercializan chaucheras, llaveros, taburetes, carteras, botas, zapatos, chompas, sombreros, zamarros, etc., además hay dos curtiembres que conservan el trabajo artesanal.

Luis Lautaro Calderón, de 73 años, es uno de los curtidores artesanales de Cotacachi. En su juventud formó parte de las filas de la Policía Nacional durante seis años; en ese mismo período practicaba fisicoculturismo y participó dos veces en el concurso Míster Imbabura en la ciudad de Ibarra, y logró el segundo puesto, hasta que se dedicó a la talabartería desde los 23 años.

Taller artesanal

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Su casa, en el barrio El Ejido, en Cotacachi, tiene una puerta angosta. Su taller tiene tres máquinas cosedoras, taburetes de cuero, chaucheras en proceso de fabricación, paisajes grabados en cuero, su diploma de artesano y una fotografía de fisicoculturista.

Al fondo del zaguán hay dos compartimentos donde reposan algunas pieles de vaca y chivo. Están impregnadas de sal, para desinfectar y espantar las moscas, a la espera del ingreso al tambor de curtiembre, que mide dos metros de diámetro, donde permanecen dando vueltas en medio de agua mezclada con sementina o cal por 24 horas. Después se retira del tambor para el proceso de pelambre (quitar pelo) y descarne. al finalizar esta operación, el cuero vuelve al tambor para remojarse en agua con guaranga (planta parecida al fréjol). Finalmente se lava, se tintura y se seca. Ahora el cuero está listo para la confección.

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Con los cueros listos, Luis empieza a cortar según el artículo que vaya a confeccionar y comienza la elaboración en su taller provisto de máquinas, cuchillas, agujas, hilos, moldes y más. Este trabajo le permite mantener a su familia, sus siete hijos y su esposa.

Otro taller con estas características es el de Humberto Lamberra, de 59 años. Él no confecciona, se dedica exclusivamente a la curtiembre. Está en las calles Imbabura y Río Pichabí, en Cotacachi, produce mensualmente alrededor de 200 cueros de borrego, que se usan para la fabricación de tambores, y unos 40 de vaca, que se utilizan para elaborar todo tipo de artículos de cuero.

Sus cinco hijos y su esposa dependen de la producción de la Curtiembre Artesanal Yamberra, que arroja, en promedio, unos 600 dólares mensuales.

Antiguo oficio

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En Imbabura hay muchas haciendas y la presencia de caballos requiere de algunos accesorios. Uno de los artesanos dedicados a la confección de monturas es Jaime Sarzosa. Él recuerda que se picaba las manos con la aguja intentando coser bien, porque su padre decía que el cosido debía ser similar al de una máquina. Las enseñanzas de su padre que más pone en práctica son la paciencia y la perfección en la elaboración de las monturas.

Jaime no quiere dejar morir el arte de hacer monturas de cuero, dice que ya quedan pocos talabarteros dedicados a este oficio. El material lo compra curtido, él se encarga de lavar, tinturar y engrasar el cuero antes de comenzar a trabajar.

Los artículos que confecciona en su taller, ubicado en Zuleta, son monturas, galápagos, cabezadas, polainas, cinturones, llaveros, portacelulares y agendas de cuero bordadas.

Una montura cuesta 800 dólares y se demora un mes y medio en confeccionarla. (I)