Cuando mis nietos estaban en la edad de las preguntas y los ¿por qué?, y ante la imposibilidad de enfrentarlos por la distancia que nos separaba y el no hablar el mismo idioma, se me ocurrió empezar a escribir todo lo relacionado con mi vida, aprovechando mi memoria antes de que me abandone.

Abrí un archivo en la computadora al que bauticé con un título, elaboré un índice que se ha ido incrementando cada vez más y que en la actualidad está llegando a las 80 páginas, todas producto de mi memoria y evitando en lo posible colocar juicios de valor que sean capaces de conducir a errores y malentendidos en los futuros lectores. Es interesante poder comprobar los ilimitados alcances que tiene la memoria, y la gran cantidad de datos que se le incrementan cuando estamos activos, leemos, investigamos, conversamos con parientes, amigos, etcétera; a fin de hilvanar nombres de descendientes y hechos sucedidos hace mucho tiempo. El escrito aunque nunca estará terminado, lo he enviado a mi hija, a un primo y a un sobrino, y espero que ellos lo complementen por su cuenta. Mi intención es recomendar a los lectores que piensen seriamente en hacer lo mismo, utilizando la computadora que cada día es más común en nuestra vida y en los hogares. Todos tenemos el don de pensar y recordar, escribirlo y corregirlo, e incrementarlo a voluntad. Si muchos acogieran esta sugerencia mía, algún momento veríamos aparecer verdaderas obras literarias no solo por las historias reseñadas sino por la forma gramatical y sintáctica para plasmarlas en escritos.

Lo único importante son nuestros recuerdos y saber digitar un teclado que luego alguien nos puede ayudar a estructurarlo gramaticalmente y darle la forma de un texto. Lo anotado tiene raíces culturales. En mis escritos una de las primeras observaciones de mi consuegro fue acerca de mi genealogía; en su cultura, lo más común y frecuente es que cada persona tenga su árbol familiar, y es interesante comprobar que entre las ramas de tales árboles cuelgan muchos personajes y lo interesante no es qué fueron (reyes, pobres...), sino quiénes fueron y quiénes son las nuevas generaciones. Escribamos nuestras memorias. Les converso que tuve una maestra de literatura, una poetisa reconocida, que siendo una adolescente le escribió una carta a su tío; carta que fue devuelta con una nota: “Sobrina, cuando su carta esté bien escrita, merecerá mi respuesta”. La maestra nos dijo que su sensibilidad y susceptibilidad fueron remecidas tan fuertemente que ese mismo día se dedicó a superarse y lo logró. Tus memorias están en tu mente, solo tú puedes escribirlas o dictarlas.(O)

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Eduardo de Jesús Vargas Tobar,
Doctor en Medicina, Guayaquil