No habían pasado ni dos días de los abrazos de Año Nuevo y la familia Moreno-González vivió una tragedia. Se derrumbó. En enero de 1998, a Lenín –el esposo de Rocío y papá de Irina, Cristina y Carina– lo habían asaltado y disparado por la espalda. Quedó parapléjico.

Diecinueve años después, hoy asume como presidente de la República, el único en el mundo en ejercer su cargo en silla de ruedas.

Tras una serie de cirugías, Lenín Moreno Garcés, en sus palabras, “volvió a vivir”. Sufrió, se encerró. Su hermano Edwin recuerda con tristeza lo duro que fue reanimarlo.

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La leyenda familiar cuenta que un día, un buen amigo le contó a Lenín un chiste del que se rió más de cinco minutos. Ocurrió el milagro, pero nadie del entorno quiere revelar el nombre de quien con un mal chiste le hizo olvidar el dolor.

Decidió atenuar el golpe con humor. Investigó lo que pudo sobre la risa, el sarcasmo, la felicidad..., también sobre la discapacidad. Bajo el principio de que el buen humor es “la ciencia de la curación”, se hizo motivador. Dio charlas y escribió libros como Ser feliz es fácil y divertido, Trompabulario, Ríase, no sea enfermo... Para desarrollar su nueva faceta, creó la Fundación Eventa.

Lenín Moreno (Nuevo Rocafuerte, 1953) se matriculó en Psicología y Medicina de la Universidad Central, pero por participar en una huelga, tuvo que cambiar de carrera. “Fue el mejor egresado”, dicen con orgullo sus familiares y amigos, aunque su título de licenciado en Administración Pública recién fue registrado el 14 de noviembre pasado, dos días antes de inscribir su candidatura a la Presidencia.

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En su juventud militó en el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Hizo amigos en todo lado: soñadores revolucionarios del MIR, empresarios, dirigentes deportivos... Hasta aparece en fotos con el expresidente Jamil Mahuad.

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En el 2006, llegó la sorpresa: su nombre completó el binomio de Alianza PAIS. La imagen de un hombre bueno, luchador y pacífico compensó la beligerancia de Rafael Correa.

El vicepresidente Lenín Moreno, quien desempeñó ese cargo durante seis años, se destacó por la Misión Manuela Espejo y el programa Joaquín Gallegos Lara, que impulsaron políticas de inclusión, lo que le valió, en el 2012, terciar con otras 230 personas al Nobel de la Paz.

Desde que dejó el cargo, en mayo del 2013, su candidatura para la Presidencia de la República siempre fue una posibilidad. Las encuestas ya le daban cerca del 90% de aceptación.

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Cuando Alianza PAIS corría los primeros sondeos, previos a la última campaña, obtuvo una intención de voto de más del 60%. Con esos números, a Jorge Glas, quien buscaba encabezar la papeleta, “no le quedó más que ponerse a las órdenes”, dice un colaborador cercano.

La buena imagen de Lenín Moreno se puso en duda en la campaña por las denuncias de la oposición sobre su gestión en la Vicepresidencia y como enviado Especial del Secretario General de las Naciones Unidas para la Discapacidad, pues en esa función (del 2014 al 2016) llegó a ganar $ 15 mil dólares mensuales cubiertos por el Estado y vivió y trabajó en una de las zonas exclusivas de Ginebra. En los casi tres años que estuvo en Suiza recibió un presupuesto de $ 1,6 millones. En el Servicio de Rentas, no obstante, no pagó impuesto a la renta ni en el 2015 ni en el 2016.

La oposición también le cuestionó haber cobrado, a través de Fundación Eventa, $ 10 mil por dar conferencias en instituciones públicas.

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Y, ademas, Lenín Moreno asume el poder en un país donde aún están abiertas investigaciones por casos millonarios, como los sobornos de Odebrecht o las transferencias irregulares en Petroecuador.

La simpatía por su lucha a favor de las personas con discapacidad le otorga ventajas, aunque la expectativa por saber qué hará con las herencias del gobierno del que también fue parte, lo ubica aún con la misma ilusión e incertidumbre del día en que “volvió a vivir” por el mal chiste de su innombrable amigo. (I)