Veintisiete horas antes del inicio del proceso de acuartelamiento, Marilyn García Pozo, de 18 años, llegó afuera de la Base de Movilización Occidental de las Fuerzas Armadas para sumarse a una fila de jóvenes, todos hombres, que como ella se presentaron voluntariamente ayer a la segunda llamada de la leva 1998.

La joven decía que sueña con seguir una carrera militar y que quería empezar con la conscripción. Contó que el viernes pasado, luego de una reunión de despedida en el cantón Balao, viajó a Guayaquil acompañada de su mamá, que ella la dejó en la fila con su mochila, en la que llevaba ropa y artículos de aseo personal.

Marilyn estaba ansiosa, con ánimo de cumplir los seis meses de conscripción. La disciplina y el esfuerzo físico no eran problema para ella, dijo, ya que afirmó tener resistencia por dedicarse en vacaciones al oficio de su padre, la pesca.

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Ella buscaba uno de los 1.138 cupos para las 38 unidades de las tres ramas de las Fuerzas Armadas, pero la noche del viernes tuvo un primer obstáculo. Personal militar le anticipó que el proceso estaba dedicado solo para hombres. Marilyn no quiso rendirse, se quedó en la fila, se acomodó en un cartón para pasar la noche y en la mañana volvió a ponerse en pie. A las 08:00 de ayer se abrieron las puertas de la Base y empezaron a entrar los aspirantes.

Los alrededores del recinto, cercados con mallas y custodiados por militares, estaban abarrotados por padres y parientes de jóvenes. También de vendedores de comida.

Daniel Mestanza, de 20 años, fue el primero en la fila al llegar a las 15:00 del jueves y también fue el primero en pasar las pruebas y convertirse en uno de los conscriptos. “Vine al primer llamado, pero no alcancé cupo... Quiero cambiar mi vida, dejé mi trabajo, mi novia, mi familia, porque esto es lo mío”, sostuvo elguayaquileño.

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Alfredo Arboleda, jefe de la Base de Movilización, señaló que de los más de 5.000 asistentes se elegirá a 1.138 en Guayaquil e irán a los repartos de cinco provincias. A nivel nacional se escogerán 5.000. Al salir serán acreditados como soldados de reserva.

De a poco iban pasando a una carpa, donde ya tenían seguro su cupo; mientras otros salían desanimados. Entre este grupo estaba la única mujer, Marilyn García. No la dejaron participar en el proceso por su seguridad y recibió un certificado de presentación.

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Por segunda vez le explicaron que no podía hacer la conscripción porque las unidades no tendrían la infraestructura para mujeres. Escuchar aquello no la desanimó; se mostró optimista de intentar por otros medios ingresar a las filas militares, en la rama naval.

“No me doy por vencida, esto es lo que quiero y seguiré intentándolo”, expresó la joven, quien al obtener 700 puntos en la prueba Ser Bachiller tampoco alcanzó cupo en carreras militares. Ayer regresaría a Balao, su tierra, pero volvería mañana para averiguar los requisitos de la Escuela de la Marina. A futuro espera especializarse en buceo. Es lo que le más gusta, estar en el mar. (I)