Un abrazo de un minuto tuvo un sentimiento guardado de 51 años. Rosa Maricela Muñoz, quien tiene esa edad, tuvo que esperar todo ese tiempo para recién el pasado jueves en la noche abrazar a su padre.

La separación se originó en 1965, en Chone (Manabí). Un joven Gaudencio Ruffo, quien tenía dificultades con sus suegros, tuvo que alejarse de su compañera sentimental, quien quedó embarazada.

Ruffo jamás pudo conocer a su hija, según Luis Cano, agente policial, quien describió brevemente los hechos que originaron ese alejamiento.

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Rosa Maricela Muñoz, (adoptó el apellido de la nueva pareja de su madre) viajó de Chone a Quito a los 17 años sin saber de su verdadero padre. Pero el pasado 24 de abril decidió acercarse a las oficinas de la Dirección Nacional de Delitos contra la Vida, Muertes Violentas, Desapariciones, Extorsión y Secuestros (Dinased), en la capital de la República, para iniciar una búsqueda y dar con el paradero de su progenitor.

Con su nombre se pudo iniciar la búsqueda y certificar en el Registro Civil que él vivía. La Dinased aplicó el protocolo de personas desaparecidas e inició la investigación.

Y la respuesta fue casi inmediata tras conocerse que Ruffo vivía en Manta.

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“A mí me decían que me andaba buscando… le agradezco a Dios por este regalo, el más grande que me ha dado la vida, ansiaba conocerlo”, explicó Rosa Muñoz, quien en Manta pudo abrazar al hombre que la buscaba con ansias.

Ruffo no pudo ocultar la emoción de abrazar a su hija y al igual que ella derramó algunas lágrimas, al tiempo de contarle que él tiene cinco hijos en un nuevo compromiso.

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Ella le narró brevemente durante el encuentro que tiene tres hijos, que son los nietos de Gaudencio.

“No sabía ni cómo se llamaba, siempre les preguntaba a mis amigos. Quería encontrarla antes de que me muriera y se cumplió el deseo”, señaló Ruffo, un poco hermético.

Ángel Borja, cónyuge de Rosa que estuvo durante el reencuentro, señaló que cuando conocieron que su suegro vivía en Manabí, le dijo a su esposa que debía volver con el anhelo de buscarlo.

“Le dije que no dejara pasar más el tiempo, es un gran gusto que conozca a su padre, ese encuentro con su familia, con su sangre”, indicó Borja, quien en Quito reside en el sector del Comité del Pueblo.

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Tras ese emotivo encuentro, Gaudencio y Rosa empiezan a planificar su futuro. Quieren en lo posible hacerlo juntos o al menos cerca para poder compartir momentos que durante los 51 años de separación no lo hicieron. La alegría de padre e hija también contagió a otros parientes de Gaudencio.(I)

A mí me decían que me andaba buscando… le agradezco a Dios por este regalo, el más grande que me ha dado la vida, ansiaba conocerlo.