El calor es sofocante. Tanto que los nietos de Magaly Murillo, de 1 y 3 años, lloran con desesperación, mientras ella trata de ventilarlos con una hoja que agita como si fuera un abanico. Un galpón de zinc que le donaron a su hermana es desde hace tres meses el albergue para los seis integrantes de su familia.

En el recinto Las Cañitas, de la parroquia Charapotó, cantón Sucre, a casi un año del terremoto de 7,8 en la escala de Richter, familias que perdieron sus casas aún pernoctan bajo carpas, galpones de zinc o en covachas endebles. Muchas aplicaron a los programas de reconstrucción y están a la espera de una solución definitiva del Ministerio de Desarrollo Urbano y Vivienda (Miduvi).

El panorama es similar en otras zonas rurales como el km 20, también de Sucre; en Tabuga y Don Juan, cantón Jama; y en otros sectores de Chone y Esmeraldas ocurre lo mismo.

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“Ha habido personas que se han inscrito, que están recién comprometidas. Personas que nunca tuvieron una casa, nunca, y ya están en vivienda (de la reconstrucción)”, expresa Murillo con una desazón que a ratos se refleja en lágrimas.

Ella es beneficiaria de una casa nueva del Miduvi, pero dice que hace más de un mes los constructores no regresaron y dejaron hechas las paredes, piso y vigas. La obra quedó inconclusa y eso le preocupa.

“Me dijeron los maestros que hasta ahí ellos llegaban, de ahí que espere”, relató la mujer que a más del terremoto fue víctima de una supuesta estafa de quienes llegaron a Las Cañitas para ofrecer viviendas a cambio de cantidades de dinero que iban entre $ 85 y $ 500.

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De esa presunta estafa, Óscar Cevallos, presidente de la comunidad, contabiliza al menos 500 afectados de mil que, según él, lo perdieron todo con el sacudón del 16 de abril de 2016.

El dirigente comunitario refiere que alrededor de un centenar de habitantes aún están bajo carpas, estima que la reconstrucción avanza lenta.

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“Va un poco lento, la necesidad es bien grande y hay personas que están viviendo todavía a la intemperie, en carpas. Imagínese el invierno cómo está”, describe el hombre.

Cevallos señala que muchos afectados que perdieron sus casas no han podido postular a los planes del Miduvi por no cumplir con todos los requisitos, entre ellos, el de tener escritura de los predios que ocupan.

Ese es el caso de Amadita Olmedo, adulta mayor de unos 90 años, para quien los vecinos piden al menos una casa de madera en reemplazo del galpón de zinc en el que pernocta.

De acuerdo con cifras del plan Reconstruyo Ecuador, Sucre es el segundo cantón manabita que más incentivos económicos de vivienda ha recibido, 3.072, con corte al 7 de abril.

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Manta ocupa el primer sitial con 6.866 incentivos que el Miduvi entrega desde junio de 2016, y cubren reparación de casas, construcciones en terreno propio o en territorios urbanizados por el Estado.

En el poblado conocido como el km 20, Katty Cruzatti, dirigente comunitaria, señala que también hay casas inconclusas, aunque ella considera que el proceso reconstructivo en ese sitio sí ha avanzado bastante.

Según ella, allí hay unas 200 viviendas nuevas, muchas que son visibles a orillas de la carretera principal, pero al adentrarse en el pueblo se ve a gente que vive en covachas rodeadas de charcos de agua y monte.

Denita Mazamba y su esposo, Jacinto Jurado, aún duermen en una carpa azul donada tres meses después del sismo.

Los pocos utensilios que le quedaron los guarda en una cabaña con paredes de tabla. “Queremos ayuda, nuestra casita principalmente, uno es anciano, le duelen los huesos y tantas cosas”, pide Mazamba.

En Tabuga, Perfecto Martínez, presidente de la Junta Cívica, estima que el terremoto afectó las casas del 90% de la población de 800 habitantes.

Menciona que alrededor de 70 familias postularon al plan de construcción de casas, pero que hasta la fecha solo se han edificado nueve viviendas.

“Las familias tienen el contratista que tiene que venir a construirles, pero no viene, no llega”, refiere.

Una de las beneficiarias cuya casa está lista es Mercedes Chila, quien perdió a su hija de 30 años en el terremoto. “Es un alivio saber que ya tengo mi casita en medio de esto que ha sido tan duro”, expresa ella.

Pero muchos otros habitantes como Santos Jama y Margarita Campos viven en las casas de emergencia donadas por la fundación Techo y bajo toldas rotosas, respectivamente.

En Pavón, Chone, los efectos del terremoto siguen más visibles que en otras localidades.

Las carpas donadas se mantienen en el lugar que fueron instaladas, pero por el invierno varias familias como la de Doris Zambrano las han abandonado, porque los riachuelos que fluyen de la parte alta se desbordaron e inundaron sus pertenencias y enseres. (I)