Restos de frutas, bordes de pizzas, sobras de jugos, trozos de papas fritas, sobras de carne de hamburguesa o de huesos de pollo, tripas de cerdo... la ansiedad por saciar el hambre obliga a movilizarse a los venezolanos más pobres a conseguir esta comida, entre alimentos en descomposición, alrededor de supermercados, restaurantes, depósitos de frutas o basureros.

El camión de la basura frena y Rebeca corre hacia el contenedor para hurgar las bolsas. Es su carrera diaria contra el hambre, que tiene a muchos venezolanos viviendo de sobras.

Rebeca encuentra un poco de pasta. Tiene 18 años, está terminando secundaria y vive en el barrio de Petare, en una casa que pese a su miseria cuenta con servicios básicos.

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Un hijo de 2 años desnutrido, una madre discapacitada y semanas “a punta de agua” la lanzaron hace seis meses a buscar comida en la basura. Su rutina es agobiante. Estudia en las tardes y del colegio sale a cazar carros recolectores y a escarbar desperdicios en restaurantes, de donde saca restos de pollo, pan o pescado.

Esta joven dejó la vergüenza a un lado para sobrevivir a una angustiosa crisis donde escasean 68% de los productos básicos y la inflación no para.

“Lloraba porque me sentía humillada. Ya no le paro (no me preocupa), porque si no trabajas o buscas algo en la basura, no comes”, dice. Con ella, unas 70 personas –incluidos varios niños– esperan los carros recolectores y se reparten el control de la basura de restaurantes.

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Rebeca revisa las sobras de una marisquería de Altamira. Cerca de allí, en un local de comidas rápidas, un hombre fue apuñalado en una pelea por una bolsa, cuenta un empleado.

En ese lugar José Godoy, albañil desempleado de 53 años, lame ansioso un plato desechable. Lo acompañan dos hijas que beben restos de un jugo. Están anémicas. Una vez al día comen yuca o plátano. “Vendí las herramientas, todo, y por último salí a la calle. Miles vivimos de la basura”, relata José, quien dice estar cansado de hacer en vano colas para comprar productos subvencionados.

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Unos 9,6 millones de venezolanos ingieren 2 o menos comidas diarias, y la pobreza por ingresos subió casi 9 puntos entre 2015 y 2016, a 81,8% de los hogares, según la Encuesta sobre Condiciones de Vida. Un 51,51% está en pobreza extrema.

Al 93,3% de las familias no les alcanza para comprar alimentos. El 10% de las personas en pobreza extrema (1,5 millones) comen de lo que les regalan o de la basura, exponiéndose a enfermedades, indica un estudio.

El gobierno socialista de Nicolás Maduro, que atribuye la escasez a una “guerra económica”, asegura que su programa de venta de productos subsidiados en zonas populares –creado hace un año– beneficiará a 6 millones de hogares en 2017.

Sin embargo, esas bolsas de alimentos solo han llegado dos veces a la casa de Rebeca, donde una nevera dañada sirve de alacena para proteger la comida de los ratones. (I)

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