El papa Francisco celebró ayer el Miércoles de Ceniza con una oración y una procesión solemne entre dos iglesias, en una de las siete colinas de Roma. Invitó a dejar de lado los egoísmos, las ambiciones y la indiferencia hacia el prójimo y buscar el bien.

El día marca el inicio del periodo anual de Cuaresma antes de la Semana Santa. Entre los rituales del día está frotar ceniza en la frente de fieles como recordatorio de su mortalidad.

Vestido de púrpura, Francisco llevó su báculo pastoral mientras fue en procesión por la colina Aventino, cubierta de flores gracias a temperaturas inusualmente cálidas.

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Al final de la breve procesión, y mientras un coro cantaba, Francisco entró a la basílica de Santa Sabina, una iglesia del siglo V considerada entre las más hermosas en Roma.

Ahí, durante la homilía, Francisco afirmó que “la Cuaresma es una vía: nos conduce a la victoria de la misericordia sobre todo aquello que busca aplastarnos o reducirnos a cualquier cosa que no sea según la dignidad de hijos de Dios”.

Francisco presidió la homilía y untó cenizas a los fieles que estaban en el templo. La imposición de las cenizas, explicó, recuerda la condición original: “Hemos sido hechos de la tierra, del polvo. Pero polvo en las manos amorosas de Dios que sopló su espíritu de vida en cada uno de nosotros y quiere continuar haciéndolo”.

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“Quiere continuar dándonos aquel soplo de vida que nos salva de otros tipos de soplos: la asfixia sofocante provocada por nuestros egoísmos, la asfixia causada por mezquinas ambiciones y silenciosas indiferencias; asfixias que sofocan el espíritu, restringen el horizonte y anestesian el pálpito del corazón”, refirió Francisco.

Vivir la Cuaresma, indicó, es anhelar este soplo de vida. “El soplo de Dios nos libera de esta asfixia de la que tantas veces somos conscientes y que, incluso, nos hemos acostumbrado a ‘normalizar’, aunque sus efectos se hagan notar; nos parece normal porque nos hemos habituado a respirar un aire en el que se ha enrarecido la esperanza...”, sostuvo.

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La Cuaresma es para decir no a la asfixia del espíritu por la contaminación causada por la indiferencia, por pensar que la vida del otro no tiene que ver conmigo, por cada tentativa de banalizar la vida, dijo.

“No es el tiempo de rasgar las vestiduras ante el mal que nos rodea sino de abrir espacio en nuestra vida para todo el bien que podemos generar, despojándonos de aquello que nos aísla, encierra y paraliza”, sentenció el papa Francisco.(I)