La Iglesia católica beatificó ayer en Osaka a Takayama Ukon, un samurái del siglo XVII perseguido y condenado al exilio por haberse convertido al cristianismo, un acto que pone en relieve un período sombrío de la historia japonesa.

El “Samurái de Cristo” fue beatificado en presencia del arzobispo de Tokio, Takeo Okada, y del cardenal Angelo Amato, prefecto de la congregación por la causa de los santos, en representación del papa Francisco. La misa se llevó a cabo en presencia de unos 12.000 fieles.

Takayama Ukon (1552-1615), que abandonó riquezas y posición social para dedicarse a su fe, se suma a los 395 bienaventurados mártires y 42 santos japoneses.

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Bautizado a la edad de 12 años, poco tiempo después de la llegada a Japón del jesuita español Francisco Javier, Ukon era un señor feudal (daimio) que practicaba su religión sin ser inquietado por los shogunes (gobernadores militares) hasta 1587, año en que Japón expulsó a los misioneros y prohibió el cristianismo. En 1614 Ukon fue expulsado de Japón y, junto a otros 300 cristianos, se exilia en Filipinas, donde fue recibido con entusiasmo. (I)