Al inicio de este año sufrí la ingrata experiencia de muchos ecuatorianos, debido a la inseguridad. Fui víctima de un asalto. Con la gracia de Dios, no tuve consecuencias personales (físicas) que lamentar. Los delincuentes se llevaron mi teléfono celular.

A la brevedad que me fue posible, reporté por otro teléfono celular a la operadora del servicio (de telefonía móvil de la que soy cliente) el robo del aparato y para hacer que fuera bloqueado y en lo posible no lo utilicen los ladrones. Pero, ¡oh, sorpresa!, atendió mi pedido una máquina contestadora, la cual tenía grabada una voz que me pedía que siguiera una serie de pasos y digitara una información que me solicitaba. Poco más faltó que me pidieran que indicara la hora en la que yo había venido al mundo.

En cada intento de seguir las instrucciones de la máquina, si me retrasaba, me salía un mensaje y me decía que el tiempo requerido había transcurrido, y debía volver a intentarlo. Ese trajín me tomó alrededor de 30 minutos, tiempo más que suficiente para que los delincuentes hagan y deshagan con mi teléfono celular.

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No sé si todas las operadoras de telefonía móvil tienen este sistema, pero sí creo conveniente que las denuncias de robo de teléfonos celulares deberían ser atendidas por un ser humano y no por una máquina, ya que al haber pasado por el trance de un asalto, creo que nadie está en capacidad de responder preguntas que resultan absurdas para validar una información; un ser humano tiene la capacidad de discernir y dar agilidad al trámite para que rápidamente se bloquee el aparato.

Ojalá que esta experiencia que he narrado sirva de sugerencia a las empresas telefónicas, y la tomen en cuenta para agilizar el bloqueo de los celulares que son robados a los usuarios. (O)

Luis Felipe Vizuete Santos,
Ingeniero comercial, Guayaquil