Hay un pesebre y un árbol de Navidad en la esquina de la calle. Algunos de los niños llevan orgullosamente sombreros rojos de Santa Claus o muestran sus juguetes nuevos, en su mayoría pistolas de plástico. Se ven ventanas y balcones adornados con globos de colores.

Sin duda es la Navidad en el campamento de Ankawa, hogar de miles de cristianos iraquíes que han sido desplazados desde que el grupo extremista Estado Islámico tomó sus ciudades y aldeas en las planicies de Nínive del norte de Irak en 2014.

Pero el espíritu navideño está teñido de una mezcla de nostalgia y desesperación. Todavía no pueden regresar a casa aunque sus ciudades y pueblos ya fueron liberados por los soldaos iraquíes. Las ciudades están demasiado devastadas, sin agua ni electricidad. También los atormentan los recuerdos de haber huido en medio de la oscuridad de la ofensiva de los extremistas.

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"Solo quiero irme a casa", dice entre lágrimas Victoria Behman Akouma, de 79 años. Ella fue una de las pocas que se quedó un tiempo después de que el Estado Islámico se apoderó de su ciudad Karamlis en agosto del 2014. "Me pidieron que me convirtiera al islam, pero les dije que iba a morir como cristiana y que me podían matar si querían", relata la anciana.

Después de 11 días bajo el dominio de los extremistas, los milicianos la escoltaron hasta la frontera de la región autónoma curda en el norte de Irak.

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Los cristianos de la provincia de Nínive, con su capital Mosul, fueron miembros de una antigua pero aún vibrante comunidad cristiana en Irak. Disfrutaron de protección y derechos casi iguales que la mayoría musulmana de Irak durante el régimen de Saddam Hussein, pero su número se redujo rápidamente después de la invasión liderada por Estados Unidos que derrocó al régimen del fallecido dictador en 2003, provocando el alzamiento de la militancia religiosa con Al Qaeda al frente.

Los milicianos sunitas frecuentemente atacaban a cristianos y sus iglesias, aterrorizando a la comunidad y forzando a muchos a huir al extranjero, algunos a Occidente, y otros a la región curda donde la tolerancia a las minorías religiosas es mucho mayor que en el resto de Irak. De los casi 1,5 millones de cristianos que vivían en Irak en vísperas de la invasión estadounidense, quedan unos 500.000.

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El avance del Estado Islámico por el norte de Irak en 2014 devastó comunidades únicas de mayoría cristiana como Karamlis, Bartella y Qaraqosh, todas en las llanuras de Nínive.

La ofensiva iraquí lanzada en octubre para recuperar Mosul ha recapturado la mayoría de las áreas cristianas. Pero hasta ahora, los cristianos solo han regresado para visitar, ver sus casas o escuchar misa en iglesias que no fueron tan dañadas y que son consideradas seguras. Volver a casa para siempre parece una idea lejana.

"Extrañamos rezar en nuestras iglesias, sentarnos afuera de nuestras casas en las noches de verano, cuidar nuestros jardines y vivir en nuestros hogares", dice el reverendo católico Khouri Youssef, de 73 años, de Karamlis. "Llevamos la herida en nuestros corazones, pero la vida continúa", agrega el religioso mientras sostiene una antigua pintura de Santa Bárbara, patrona de Karamlis. (I)