El atardecer se apodera de Atacames. Todo está apagado. No hay música ni la bulla acostumbrada en este cantón de Esmeraldas. No solo se debe a que sea lunes, sino que el sismo de magnitud 5,7 que sacudió a esta ciudad esa madrugada del 19 de diciembre, a las 02:11, ahuyentó a los turistas que disfrutaban de estas playas y a quienes igual se relajaban en Tonsupa, lugares más afectados por los sismos.

Casas caídas, hoteles destruidos y otros al borde del colapso son imágenes que se graban en la mente de un visitante al ingresar a Tonsupa y Atacames.

El ambiente es desolador. Las playas están vacías. Los lugareños, por ahora, están más preocupados en recuperarse en lo psicológico. Aunque también, dicen, quieren que el ensañamiento de la naturaleza acabe y que en los feriados de Navidad y Año Nuevo los turistas lleguen para que la economía no decaiga más.

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“El 95% de la población de acá depende del turismo, si la gente no viene vamos a perder muchos ingresos”, dice Sara Moyano, de la Cámara de Turismo de Atacames.

Para ella, hasta unas 3.000 personas acuden a estas playas en un fin de semana regular. Cada una, dice, gasta unos $ 50. “La pérdida es inmensa si no vienen a los feriados”, apunta.

Mas, la realidad es otra. En los últimos dos días, los movimientos han asustado a todos. La zozobra es permanente.

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A su vez, Paola Guzmán, presidenta de la Asociación hotelera de Atacames, reconoce que la situación es de riesgo, pero apela a que la gente llegue a las playas. Indica que los dos feriados próximos iban a significar un 20% de los ingresos totales de la temporada anual. (I)