Los combates y las bombas de los yihadistas provocan importantes daños sanitarios y medioambientales en Irak, advierten las organizaciones internacionales, que reclaman una respuesta rápida antes de que la situación se vuelva incontrolable.

A corto plazo, los iraquíes tienen que convivir con la espesa humareda que se desprende de los pozos de petróleo, que arden continuamente, algunos desde hace más de cuatro meses, desprendiendo petróleo y gases tóxicos no muy lejos de zonas habitadas y de ganadería.

Pero, a largo plazo, estos incendios, así como las aguas contaminadas, los equipos militares desperdigados y las infraestructuras destruidas, podrían amenazar cualquier vuelta a la normalidad de los más de tres millones de desplazados del país.

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Al sur de Mosul, en las inmediaciones de los pozos de petróleo y de la fábrica de azufre que incendiaron los yihadistas del grupo Estado Islámico (EI), expulsados por las tropas iraquíes, "cientos de personas fueron tratadas tras haberse expuesto a productos químicos y millones se exponen a partículas y gases procedentes de los pozos de petróleo", según un informe del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).

‘Medio ambiente ya degradado'

Sobre el terreno, los miembros de la Defensa Civil Iraquí vigilan cuidadosamente sus aparatos electrónicos. "Evaluamos la tasa de ácido sulfhídrico", un gas inflamable que puede provocar quemaduras, explica uno de ellos a la AFP, delante de los pozos, que siguen expulsando llamaradas.

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"Recubrimos la zona de tierra para evitar que la humareda siga saliendo y que el aire y el medio ambiente se contaminen", agrega el oficial Ijar Fadhel.

Además, según Jenny Sparks, de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), la preocupación también crece por el "impacto negativo de esta contaminación en la capacidad de reconstruir un medio ambiente sostenible y de calidad" para que puedan volver los desplazados. Habrá que "dar respuestas de urgencia a programas sobre la resiliencia en las próximas semanas y meses", según ella.

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Esta reconstrucción se lleva a cabo en "una región donde el medio ambiente ya se ha visto degradado por los anteriores conflictos, víctima de una agricultura no sostenible que ha conducido a una grave desertificación y una degradación de los suelos", apunta la PNUMA.

En la zona, la mayoría de la población vive de la ganadería y de la agricultura, o de la industria petrolera, dos sectores que el EI ha dejado en ruinas tras de sí. En la desértica llanura, aquí o allá, se avistan rebaños de ovejas con el pelaje ennegrecido por la humareda.

Jaber, de 16 años, cuida de su rebaño cerca de la localidad agrícola de Al Qayyarah, sin muchas esperanzas de poder vender sus reses. "Algunas han muerto y otras no consigo venderla, pues están negras" a causa de las partículas de humo, explica este joven iraquí a la AFP.

Y todavía se espera que los daños aumenten pues el conflicto sigue causando estragos en la región, avisan las organizaciones internacionales.

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Desechos, agua y epidemias

Los restos y el polvo de los edificios destruidos, algunos de éstos, almacenes de armas y de productos químicos, "contienen sustancias tóxicas", según la PNUMA, y "dejarán una huella tóxica" que tendrá un impacto negativo "a largo plazo en el medio ambiente si no se hace nada".

En cuanto a los artefactos militares destruidos y abandonados, suponen un riesgo "para los niños, que juegan, y para los hombres, que los despiezan para vender el metal".

Además, el agua también podría convertirse en una factor de riesgo, afirma Erik Solheim, que dirige la PNUMA. "Se han echado cadáveres [al agua]", donde también "se han vertido materiales y peligrosos y petróleo", recalca.

Con todo, aún quedan resquicios de esperanza, según algunos. En 2003, ardió la fábrica de azufre de Al Mishraq, cerca de Al Qayyarah, durante un mes. "La vegetación y los cultivos se vieron seriamente dañados pero dos años más tarde, el entorno se había recuperado", explica la PNUMA.

En cuanto al petróleo, "es una materia orgánica, por lo que, en un momento dado, se disolverá y dejará de tener un impacto en el medio ambiente", afirma Wim Zwijnenburg, de la organización pacifista PAX.

Sin embargo, una vez terminen los combates, "el hundimiento de la gobernanza en términos de medio ambiente puede comportar la acumulación de desechos domésticos, médicos e industriales y causar riesgos medioambientales y sanitarios", advierte la PNUMA.

Los saqueos, que ya se produjeron durante la invasión estadounidense de Irak en 2003, suponen otro factor de riesgo. "En 2003, los civiles se hicieron con productos tóxicos o intoxicados. Por ejemplo, algunos utilizaron almacenes de reactores nucleares para almacenar agua para el consumo", recuerda Zwijnenburg. (I)