Viajando por la zona central de la serranía se pasan momentos agradables, el viajero, particularmente el guayaquileño, se asombra al encontrarse con el uso del taxímetro; aparato que tasa el valor de una carrera y por su exactitud refleja hasta los centavos por pagarse, cosa que en Guayaquil no se acostumbra y se pactan los precios como base del regateo entre el taxista y el usuario.

Taxi, es la abreviación de la palabra taxímetro; taxista, es el que conduce el servicio puerta a puerta. El uso del taxímetro es obligatorio en todo el país, y mundo. Según la Ley de Tránsito, el rol de los gobiernos municipales es exigir el cumplimiento de esta norma emanada por la Agencia Nacional de Tránsito. El uso del taxímetro es un requisito indispensable para las empresas y cooperativas de taxis. Al no acatar esta disposición los carros amarillos pierden su condición de taxis (aun ostentando su letrero) y caen en la informalidad (aunque las autoridades no se hayan percatado). No puede desconocerse que son conductores profesionales, realizan una actividad para ganarse la vida. El no uso del taxímetro no puede pasar desapercibido, conlleva consecuencias que aún no han sido estimadas en sus reales dimensiones, aquí algunos indicativos: ahuyenta el turismo nacional e internacional; tiene que ver con el aumento del costo de vida en la ciudad; propicia adversidad entre el conductor y el contratante (usuario). Sucede que al viajero que llega a la terminal terrestre de Guayaquil, ejemplo, una carrera a la urbanización Milán, 20 kms, tiempo 00:30, le cobran de noche $ 10 y en la madrugada $ 12. ¿Se hace necesario el uso del taxímetro? (O)

César Antonio Jijón Sánchez, Guayaquil