A los 10 años de su muerte, solo unos pocos partidarios de Augusto Pinochet recordarán este sábado el aniversario con una misa privada. Ha pasado una década y la figura del dictador se hace cada vez más débil en un Chile que busca dejar atrás su legado.

En el décimo aniversario de ese 10 de diciembre del 2006, cuando a los 91 años Pinochet murió de un ataque al corazón, no hay planificado mayores homenajes públicos en honor a su figura.

La Fundación Augusto Pinochet organizó una pequeña misa en el fundo de Los Boldos, en la costa central de Chile, donde descansan sus cenizas y a la que se espera a no más de 100 personas, lejos de las más de 50.000 que estuvieron en su multitudinario funeral, la última demostración de apoyo del 'pinochetismo'.

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Para el gobierno de Michelle Bachelet, cuyo padre murió torturado por la dictadura, y quien gobernaba el país al momento de la muerte de Pinochet, no es un tema relevante al tratarse de una "figura del pasado".

"Pinochet es una figura del pasado y en nuestra memoria histórica es claramente una persona que más se vincula con la división que la unión, una persona que está en el pasado y Chile tiene que estar en el presente y mirar al futuro", afirmó el martes la vocera del Ejecutivo Paula Narváez.

Su legado se mantiene

En el 'Chile sin Pinochet' muy pocos se atreven hoy a reivindicar públicamente su figura. Sus antiguos aliados políticos todavía defienden su obra pero tomaron distancia del personaje, conforme la justicia lo fue cercando por casos de corrupción y violación de los derechos humanos.

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Sin embargo, el legado económico y político de su dictadura se mantiene.

"Pinochet, después de 10 años de su muerte, ha ido desapareciendo de la escena pública en tanto personaje, en tanto biografía, en tanto quien comandó una dictadura durante 17 años, no así su legado y su herencia", explica a la AFP Manuel Garate, historiador y politólogo de la Universidad Alberto Hurtado.

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A 26 años del fin de su dictadura, el sistema económico de libre mercado que instauró permanece casi intacto, al igual que el privado de pensiones y la Constitución que dictó en 1980.

Pero su sistema electoral -que por años benefició a la derecha- fue desmantelado hace un año y el gobierno de Bachelet trabaja en poner fin a su sistema educativo.

Los cambios, no obstante, se han dado a paso lento en una sociedad que se acostumbró a vivir bajo el modelo de Pinochet.

"Hay contradicciones en la sociedad chilena. El personaje produce rechazo pero la gente se ha acostumbrado a vivir en su modelo económico", dice Garate.

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Progresivo deterioro de su imagen

Pinochet se convirtió en el exterior rápidamente en un ícono de las dictaduras latinoamericanas, como quien destruyó la última posibilidad de que un socialismo democrático concluyera su proyecto político al derrocar al gobierno de Salvador Allende, el primer y único marxista en acceder al poder a través de las urnas, y quien se suicidó el día del Golpe.

Pinochet es sin duda todavía el personaje chileno más reconocido en el mundo. Una fotografía de él con gafas oscuras es hasta hoy la imagen más representativa de una dictadura a la que se le atribuye la muerte de más de 3.200 personas y de torturar a otras 28.000.

Pero si afuera la condena fue casi inmediata, en Chile los avances en la economía y el hecho de que accediera a entregar el poder tras perder un plebiscito en 1988 demoraron la evaluación negativa de su figura, aunque ahora la condena es casi unánime.

"Ha habido una progresiva conciencia de cuál es la verdad, pero hoy día Pinochet no tiene un aprecio o respaldo mínimo en la ciudadanía", dice a la AFP el director del Museo de la Memoria, Francisco Estévez.

Este lugar, que recorre los horrores de la dictadura, es uno de los museos más visitados de Chile, con unas 150.000 visitas al año. Pinochet, en cambio, no tiene una tumba donde sus partidarios puedan tributarlo y el pequeño museo en su honor que administra su fundación permanece cerrado.

Queda aún un largo trecho para cerrar definitivamente las heridas. Unas mil víctimas aún permanecen desaparecidas y en contados cosas se ha logrado hacer justicia. (I)