Donald Trump ganó la presidencia de Estados Unidos con menos apoyo de votantes negros e hispanos que ningún otro mandatario en al menos 40 años, según una revisión de datos electorales de Reuters, que subrayó las profundas divisiones nacionales que han provocado incidentes de confrontación racial y política.

Trump fue elegido con el 8 por ciento del voto de afroamericanos, el 28 por ciento de apoyo hispano y el 27 por ciento del respaldo asiático, según un sondeo de Reuters/Ipsos elaborado el día de la elección.

Entre los votantes negros, su desempeño fue comparable al 9 por ciento que obtuvieron George W. Bush en 2000 y Ronald Reagan en 1984. Pero a ambos les fue mucho mejor con los hispanos, logrando un 35 y un 34 por ciento, respectivamente, de acuerdo a datos a boca de urna recopilados por el Roper Center for Public Opinion Research, una institución no partidista.

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En el caso de los electores de ascendencia asiática, Trump tuvo el peor desempeño de un candidato presidencial desde que empezó a contabilizarse este ítem demográfico en 1992.

La polarización racial tras la victoria de Trump ayudó a fijar el escenario para las tensiones surgidas tras los comicios, con celebraciones de supremacistas blancos por la victoria, protestas contra el mandatario electo y marchas por los derechos civiles, así como cientos de delitos de odio racistas, xenófobos y antisemitas documentados por el Southern Poverty Law Center (SPLC), que estudia a grupos extremistas.

El SPLC reporta que hubo 701 incidentes de "acoso odioso e intimidación" entre el día posterior a la elección del 8 de noviembre y el 16 de noviembre, con un aumento de este tipo de incidentes justo después de la votación. Las señales apuntan a una persistente atmósfera de confrontación.

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Los Leales Caballeros Blancos del Ku Klux Klan, un grupo separatista blanco que denigra a afroamericanos, judíos y otras minorías, planean celebrar una concentración el 3 de diciembre en Carolina del Norte para celebrar la victoria de Trump.

Grupos izquierdistas y anarquistas han convocado protestas organizadas para interrumpir la asunción presidencial el 20 de enero y se espera que una "Marcha de Mujeres a Washington" programada para el día siguiente convoque a cientos de miles de personas para protestar contra Trump.

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La política estadounidense adquirió un sesgo cada vez racial durante los dos mandatos del presidente Barack Obama, "pero hubo un intento generalizado en los partidos de mantener esas tensiones bajo la superficie", dijo Jamila Michener, profesora asistente de gobierno en la Universidad Cornell.

La retórica antiinmigratoria y antimusulmana de Trump "llevó al frente estas divisiones, activó a la gente en la derecha, que se sintió empoderada, y a la gente en la izquierda, que lo vio como una amenaza", agregó.

Esta dinámica fue evidente la semana pasada.

Cuando el vicepresidente electo Mike Pence asistió al musical de Broadway Hamilton en Nueva York el viernes, el elenco multiétnico acabó leyendo un comunicado en el que expresó su temor a una presidencia de Trump.

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Al día siguiente se pudo ver una escena totalmente diferente cuando unas 275 personas celebraron la elección de Trump en una conferencia celebrada en Washington por el Instituto de Política Nacional (NPI, por sus siglas en inglés), un grupo nacionalista blanco con fuertes creencias antisemitas.

"Queríamos a Donald Trump en el cargo, hicimos su sueño nuestra realidad", dijo el presidente del NPI, Richard Spencer. Tras describir una visión de Estados Unidos como "un país blanco diseñado para nosotros y nuestra posteridad", cerró su discurso con un "¡Hail Trump! ¡Viva nuestra gente! ¡Viva la victoria!".

La división alimenta la confrontación

Aunque el triunfo electoral de Trump tuvo su base en los votantes blancos, su desempeño entre este grupo tampoco fue tan sólido como algunos de sus predecesores. Reagan y George H.W. Bush llegaron a la Casa Blanca con mayores cuotas de voto blanco que el 55 por ciento logrado por Trump.

Los patrones históricos de votación reflejan décadas de polarización de la política estadounidense, pero la división que rodea a Trump parece más profunda, afirmó Cas Mudde, profesor asociado experto en extremismo político en la Universidad de Georgia. Estos días, indicó, "la gente dice que no quiere ni siquiera que sus hijos salgan con alguien de otro partido".

De hecho, las opiniones de los votantes sobre los que están en el otro lado de la división partidista han alcanzado mínimos históricos. Sondeos del Pew Research Center mostraron este año que la mayoría de ambos partidos tenían opiniones "muy desfavorables" de la otra formación, la primera vez que ocurre desde que el centro empezó a medir este sentimiento en 1992.

Y la mayor parte de esta gente cree que las políticas del partido opositor "están tan desencaminadas que amenazan el bienestar de la nación", señaló la institución.

El nivel de división animó a los activistas de ambos lados de la brecha política a llevar sus posturas a una dirección más confrontacional.

Tras la victoria de Trump, miles de manifestantes de izquierda tomaron las calles en todo el país, provocando daños en algunos casos.

Gran parte de la agitación estuvo motivada por la percepción de que el Gobierno de Trump fomentaría el racismo y presionaría a los tribunales y otras instituciones políticas para que priven de su derecho al voto a las minorías, señaló James Anderson, editor de ItsGoingDown.Org, un sitio web anarquista que promovió manifestaciones contra la elección del republicano, incluyendo un llamado a interrumpir su asunción presidencial.

Muchos en la izquierda desconfían de las instituciones gubernamentales, defendiendo un tipo de activismo que busca enfrentarse directamente con lo que considera como fuerzas políticas condenables, dijo Anderson. "La respuesta ahora es organizarse, reforzar el poder y autonomía y contraatacar".

En el lado opuesto del espectro político, la elección de Trump está generando una nueva esperanza para activistas de derecha que se sienten abandonados por los grandes partidos.

John Roberts, un miembro de alto rango de la filial del Ku Klux Klan que organiza la manifestación de diciembre para celebrar el triunfo de Trump, asegura que el grupo está comprometido con marchas no violentas, pero cree que es probable que la elección traiga una nueva era de conflicto político. Y gran parte se centrará en las divisiones raciales, aseguró.

"Una vez que Trump asuma el cargo de forma oficial, vamos a alcanzar en algún momento el punto de ebullición", comentó Roberts. "Quién sabe cuándo pasará, pero no va a ser bonito". (I)