Vivo en una de las urbanizaciones de la vía a la costa y con preocupación e impotencia veo cómo se llena nuestro ambiente de humo permanente, a lo que se suma el ruido estridente que se genera todas las semanas y, especialmente, los fines de esta, por los juegos pirotécnicos que por esta zona acostumbran a detonar inmisericordemente.

Es conocido que estas detonaciones resultan estresantes y perturbadoras llegando a dañar el equilibrio emocional y finalmente toda la salud de quienes pasivamente, y sin remedio, tenemos que soportar agresiones. Y qué decir sobre el daño para las delicadas especies faunísticas de cerro y de manglar, sensibilísimas al ruido y que necesitan para su reproducción la tranquilidad que debería brindarles la naturaleza. ¿De qué conservación estamos hablando?

Como moradora de la vía a la costa no veo que las autoridades ambientales emitan reglas estrictas de convivencia en armonía con la naturaleza, para las urbanizaciones. Paradójicamente se siguen entregando terrenos para que sean urbanizados, a pocos metros de los más prístinos ecosistemas como son los esteros con sus valiosos manglares y cerros. Me pregunto, ¿tiene cada una de estas nuevas urbanizaciones una cláusula determinante apoyada a nivel municipal que prohíba quemar juegos pirotécnicos, que especifique en decibeles, los niveles máximos de ruido? ¡Que se aplique de una vez la conservación por ecosistemas (fauna y flora) y no solo en base a la flora!

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Se acerca el 31 de diciembre, día negro para nuestra naturaleza, en que las detonaciones, junto con nuestros mordazmente cercenados cerros de la vía a la costa, forman parte de un cuadro dantesco en el que se expiden toneladas de explosivos al ambiente. ¿Quiénes sirven de sumideros para estas toneladas de pólvora y de químicos?, ¡nosotros, y nuestras especies! ¿Es concebible que como seres poseedores del altísimo don del pensamiento racional, podamos concluir que la única manera de divertirnos es solo a través de la quema de explosivos? ¿De qué sirve: seguir asistiendo como país a foros internaciones de conservación del medio ambiente; y la Encíclica “Laudato Sí” del papa Francisco, derivada de la jornada mundial de oración que convocó, suplicando por el cuidado de la naturaleza; y las conclusiones científicas de que Guayaquil es parte del valiosísimo ecosistema Guayas (M. Montaño, 2008); si seguimos detonando a nuestra naturaleza?(O)

María de Lourdes Mendoza Solórzano, Ph.D en Saneamiento Ambiental, Guayaquil