Testimonio.

Vidas salvadas por la donación de órganos

Eusebia Plúas, 65 años

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Todo cambió el 28 de enero de 2012. Ese día su vida se unió a la de un hombre que no conoce, del que solo sabe que era “un chico joven” cuando falleció posibilitándole a ella la vida.

“...Sus padres me dieron esa oportunidad. Digo bueno, por lo menos hagan de cuenta los papás del chico que está vivo porque una parte tengo yo del hijo de ellos”, dice Eusebia Plúas, de 65 años, con la voz quebrada.

Eusebia fue el primer caso de trasplante de hígado que se realizó en el hospital Luis Vernaza, en Guayaquil. “Estaba demasiada mal. Como hace cinco años me dijeron que tenía cirrosis, entonces todo ese tiempo pasé haciéndome ver y hasta última hora, ya estaba agonizando, y ya mis hijos me cargaban, pero yo ni cuenta me daba (...). Después cuando me iban a operar, no quería yo operarme. Si me he de morir ahí que me operen, mejor déjenme tranquila que yo me muero así. Mis hijos todos me decían ‘espere que puede que tenga suerte, que Dios le acompañe y pueda salir libre’. Me dijeron que tenía que firmar papeles (para el trasplante), pero a lo que firmé me arrepentí. De ahí dije, no, yo mejor me muero así nomás, no que me hagan esos trasplantes porque no he de resistir... Me dijeron que tenga fe, que pida por alguien que lo quiera mucho, yo ahí pedí por mi nieta: ‘Dios, quiero seguir viva para ver crecer a mi nieta’… y así sucedió”, cuenta Eusebia desde los exteriores de la Unidad de Trasplantes del Luis Vernaza a donde acude a hacerse chequeos.

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Por complicaciones postoperatorias Eusebia permaneció dos meses internada. Ahora lleva una vida normal, pese a las pastillas que toma casi a toda hora del día. Pero sigue viva, asegura, por el amor hacia su única nieta, de 7 años. Y por eso a quienes están en la situación en la que ella también estuvo les dice: “Luchen por la vida”. (I)