Una nueva era geológica ha iniciado el planeta. Una denominada Antropoceno, definida así por lo que una sola especie (Homo sapiens) le ha hecho a la Tierra. En los siglos venideros, las repercusiones de las acciones humanas –desde las megalópolis hasta los residuos plásticos– serán visibles en los estratos rocosos, así como hoy podemos ver la evidencia de impactos de meteoritos y erupciones volcánicas que marcaron eras geológicas pasadas. Es una de las conclusiones del informe Planeta Vivo 2016, publicado recientemente por el Fondo Mundial para la Naturaleza (World Wildlife Fund en inglés), en el que se ratifica el proceso de pérdida de biodiversidad en cuanto a la población de vertebrados que enfrenta el mundo.

“Si sigue la caída de la biodiversidad, el mundo natural que hoy conocemos se desmoronará”, advierte el director general de esta ONG, Marco Lambertini, en este balance que se realiza cada dos años.

El documento señala que la reducción de las poblaciones de especies llegará en promedio al 67 % de aquí a 2020 –año en que los compromisos asumidos en el marco del Acuerdo de París sobre el clima deben comenzar a cumplirse– si no se hace nada para revertir la tendencia. “Estamos asistiendo a una regresión de la vida sobre el planeta, de la cual somos en parte responsables (...), es un factor de riesgo importante para nosotros”, destaca Pascal Canfin, director de WWF Francia.

Publicidad

El declive de la población de vertebrados pasó de una caída del 52 % en el periodo de 1970 al 2010 a una reducción del 58 % entre 1970 y 2012, indica el reporte. Investigaciones recientes concluyen que podríamos estar asistiendo a la sexta extinción masiva. En el pasado, esas grandes extinciones tardaron cientos de miles de millones de años en completarse. Hoy esta extinción sucede en el periodo de vida de un ser humano, concluye el informe.

El aumento de la población humana está amenazando a la vida silvestre al despejar terrenos para granjas y ciudades, dice el informe de la WWF. Entre las causas, añade, está la sobreexplotación (caza, pesca), la contaminación (de industrias y procesos de urbanización), las especies invasivas y las enfermedades. Por el momento, el cambio climático solo tiene un impacto “relativamente marginal (...) porque apenas estamos en un grado de calentamiento” en relación con la era preindustrial, dice Pascal Canfin.

Enfrentar la pérdida de la población de vertebrados es urgente ya que desde principios de los años 70 del siglo XX, la actividad humana deteriora el capital natural a un ritmo superior al de su reconstitución.

Publicidad

Este año, la humanidad ya había consumido desde el 8 de agosto la totalidad de los recursos que el planeta puede renovar en un año, según la ONG Global Footprint Network. En 2015, ese día llegó el 13 de agosto, comparado con el 23 de diciembre, en 1970.

La situación se complica por el aumento de la población hoy de 7.400 millones de personas, la que alcanzará los 9.700 millones en 2050. A ese ritmo, se necesitaría un segundo planeta.

Publicidad

“Las consecuencias de la presión humana sobre el medioambiente se conocen y se observan cada vez mejor”, y sin embargo “no hay ninguna reacción económica racional”, determina la ONG WWF.

En América del Sur están afectadas especies como el jaguar, el lobo de crin, el oso hormiguero, las que podrían desaparecer a causa de la producción de soya en Argentina, Brasil y Paraguay.

La superficie terrestre de América del Sur dedicada al cultivo de soya aumentó de 17 millones de hectáreas, en 1990, a 46 millones, en 2010, especialmente en hábitats naturales que se transformaron en zonas agrícolas. Se prevé que la producción siga creciendo a medida que sube el consumo global de proteínas de origen animal.

Según el informe, al menos 3,6 millones de hectáreas de bosques son destruidos cada año en la región, lo que equivale al territorio de Suiza.

Publicidad

La ONG WWF indica que cerca del 75 % de la soya consumida en el mundo sirve para alimentar animales, por lo que millones de personas la ingieren cuando comen pollo, cerdo, res, pescados cultivados, huevos, leche, queso y yogur.

“A corto plazo es vital que adoptemos una soya producida sin deforestación y sin conversión de tierras”, se afirma en el documento. “Los consumidores de todos los alimentos hechos con soya tienen el futuro de los bosques, las sabanas y los pastizales en la punta de su tenedor”, agrega el informe.

Como soluciones WWF plantea que “se requieren nuevos modelos de producción y consumo que configuren un sistema alimentario sostenible y resiliente capaz de asimilar las perturbaciones y recuperarse pronto de ellas, al tiempo que suministra constantemente alimentos a una población mucho mayor”.

Una opción es el tránsito hacia la denominada agroecología. Un ejemplo de lo que se puede conseguir se dio en el país africano de Malawi, donde se pasó de subsidiar fertilizantes químicos a fomentar prácticas agroecológicas, que reproducen con mayor fidelidad los procesos naturales. Hoy, los rendimientos del maíz de Malawi se han más que duplicado, en beneficio de más de 1,3 millones de personas de la población más pobre del país, detalla Planeta Vivo 2016.

Otra opción es la diversificación de las fuentes de donde se obtienen los alimentos. “El 75 % de la oferta actual de alimentos del mundo proviene de 12 plantas y 5 especies animales”, dice el informe de WWF.

En Madagascar (África), en cambio, WWF trabaja con comunidades de la región de Melaky para restaurar los manglares y ayudar así a crear medios estables de subsistencia y construir resiliencia para enfrentar los fenómenos meteorológicos extremos y el cambio climático. Hasta la fecha, los habitantes de la región han sembrado alrededor de 60.000 plántulas.

Y en Seúl (en Corea del Sur), por ejemplo, el programa Eco-kilometraje emplea un sistema que premia a los ciudadanos con puntos para motivarlos a ahorrar energía. Desde 2009 hasta hoy, este plan ha fomentado una reducción de 40% en el consumo de energía. (I)