Clara Luz Villón proviene de una familia que alcanza edad avanzada. Su padre, Aparicio Cruz Villón, vivió 105 años, mencionan parientes. Ella llegó al centenario de existencia el 29 de octubre pasado, y los suyos, entre ellos sus nietos y bisnietos, le ofrecieron una fiesta.

El secreto que la ha llevado a vivir tantos años es, afirma, la convivencia en paz con su familia y su entorno. “No he sentido casi los 100 años. He tenido 50, 60, 70 y así. Dios me ha dado tanta fortuna. Todo lo que he deseado se me ha cumplido. Son 100 años de felicidad”, dice Clara con una ligera sonrisa.

Ella nació en una casa de la calle Santa Elena –hoy Lorenzo de Garaycoa– y Franco Dávila, en el centro de Guayaquil. Vivió en Chanduy, parroquia de Santa Elena, por 10 años, luego volvió a la urbe porteña.

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Su esposo fue Pedro Simón Chamaidán. Ella relata que para hallar el equilibrio con los seres amados hay que sentir y demostrar comprensión: “Con mi esposo no discutíamos por esto por lo otro. Él se conformaba cuando yo estaba trabajando y yo me conformaba cuando él estaba trabajando”, evoca.

El trabajo, refiere, es otro de los pilares del ser humano para vivir plenamente. Desde temprana edad ella aprendió el oficio de coser. De esta manera apoyó a la economía del hogar. En total tuvo doce hijos.

Yo confeccionaba vestidos de niñita, de niñito, mamelucos, los uniformes de mis hijos, de mis hijas. Yo compraba tela en la plaza, en el Mercado Sur. Allí llegaban paquetes de pedazos de tela de Panamá. Vendía las prendas en 50 sucres. Algunas personas me decían: ‘Solo tengo tanto’. Yo se los daba”, detalla la mujer.

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Clara se muestra lúcida al recordar pasajes de su vida y también demuestra que está al tanto de la actualidad nacional, pues conoce de las elecciones presidenciales que se realizarán en febrero próximo.

“Espero que la situación económica mejore”, comenta la mujer con cierta pesadumbre. De igual forma espera que el sector de los adultos mayores sea mejor atendido. (I)