Una calle regenerada, con alto potencial turístico y con esculturas que recuerdan a personajes y oficios de antaño. Esa es la calle Panamá, una vía en la que a inicios del siglo pasado se percibía el olor a cacao, pues las pepas de esta fruta se echaban en el piso para su secado y posterior procesamiento para ser convertido en chocolate.

Pese a su relativo reciente ‘pasado cacaotero’, esta calle es aún más importante si se toma en cuenta su historia de inicios de Guayaquil. Es allí por donde pasaba el famoso puente de madera de las 800 varas (unos 648 metros) que conectaba a la Ciudad Vieja con la Nueva en el siglo XVIII.

Este puente, que atravesaba cinco esteros, era tan angosto que las personas pasaban rozando cuando lo utilizaban.

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El puente no seguía una perfecta línea recta, es por esto la actual configuración un poco torcida de la calle que ahora luce adornada con esferas de cemento. Posteriormente la pasarela fue reemplazada por otros cinco enlaces que cruzaban los cinco esteros, los mismos que luego fueron desapareciendo.

Pero esta calle no siempre llevó el nombre de la pequeña nación centroamericana. En el plano de 1858, el geógrafo Manuel Villavicencio figura a esta arteria con dos nombres: Calle Real, hasta donde existía el segundo estero o segundo puente. Mientras que hacia al norte se denominaba calle Ciudad Vieja.

Según Camilo Destruge, la calle principal del puente se llamó a la “Calle Real” después de 1820, porque paralelo a ella se extendía el gran puente de madera. Después de ello llevó el nombre La Libertad y finalmente, mediante ordenanza municipal del 23 de junio de 1926, se la designó como calle Panamá, la misma que inicia en la Loja y termina en la avenida 9 de Octubre.

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La denominación fue ratificada el 3 de octubre de 1996.

En la actualidad la calle se encuentra en un proceso de transformación, tras pasar durante años como una vía olvidada, tras la salida de empresas cacaoteras que tenían sus bodegas en este lugar.

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Ahora, en el día se nota poca cantidad de transeúntes, un gran flujo vehicular, uno que otro guardia y la actividad de locales de servicios como el de Servientrega, hoteles como el Ramada, la clínica Panamericana, entre otros.

Pero en las noches del fin de semana es cuando la calle “se prende”. Esto por los centros de diversión nocturna que poco a poco han empezado a llegar al sitio. Jóvenes y otros no tanto se apresuran para entrar a lugares como “Azúcar de Cuba”, “Coco Bongo”, “Corsario Salsa Bar” o “Lexus”, donde la música estridente invita a mover el cuerpo hasta el siguiente día.

Y si bien la noche se torna un poco movida, la calle también tiene -o trata de tener- su enganche cultural. La regeneración urbana trajo consigo esculturas que evocan a personajes ilustres, como Vicente Rocafuerte, segundo presidente del Ecuador, o al recordado futbolista Alberto Spencer.

Además, se encuentran figuras de personas honorables y tradicionales, como los vendedores de cangrejos, voceadores de periódicos o lustrabotas.

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El objetivo municipal es transformar esta vía en una arteria cultural y de ocio. Así se piensa en ubicar museos y cafeterías. En tanto, la vida bohemia tendrá el protagonismo.(I)