Una oportunidad para cambiar el paradigma urbano de los últimos años a nivel mundial, para cambiar la dinámica de las ciudades. Para planearlas y diseñarlas estratégicamente, hacerlas más inclusivas, accesibles, seguras, productivas, generadoras de empleo, y que sus ciudadanos se beneficien de aquello.

Esa oportunidad es, a criterio de Joan Clos, director ejecutivo de ONU-Hábitat, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Vivienda y Desarrollo Urbano Sostenible (Hábitat III), que mañana se inaugura oficialmente para extenderse hasta el jueves en la Casa de la Cultura Ecuatoriana, en Quito.

Allí, se adoptará la Nueva Agenda Urbana (NAU) con la que en los próximos 20 años se espera alcanzar el desarrollo urbano sostenible.

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La Constitución del Ecuador garantiza el derecho a la ciudad, a la función social y ambiental de la propiedad y al hábitat y a la vivienda digna. No obstante, “el modelo de desarrollo urbano del país no ha sido sustentable y ha generado ciudades inequitativas y excluyentes, con un mercado de suelo con fuertes tendencias especulativas”. Así lo señala el informe nacional que el Ministerio de Desarrollo Urbano y Vivienda (Miduvi) presentó ante ONU-Hábitat en diciembre pasado.

Se trata de una realidad aplicable a las tres principales ciudades del país: Guayaquil, Quito y Cuenca. El gobierno municipal de la primera no participará en Hábitat III por las actividades de la agenda de sus fiestas octubrinas, señaló a este Diario –vía e-mail– su dirección de comunicación.

Guayaquil es la ciudad más importante en términos de población y el puerto comercial de Ecuador, una característica que originó su crecimiento económico y propició que su desarrollo se dé a un ritmo más acelerado que sus pares al interior.

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Jaime Nebot, alcalde de Guayaquil, dice que en los últimos 20 años en la urbe se han aplicado dos modelos: componer la ciudad vieja y desarrollar ordenadamente la ciudad nueva. “Usted quiere un modelo de desarrollo interesante vaya a la autopista Terminal Terrestre-Pascuales (av. Narcisa de Jesús), vea urbanizaciones. Nosotros hemos hecho 10 mil casas (...). Vaya usted a Puerto Santa Ana, eso es un desarrollo nuevo, planificado, que rescata la historia, la tradición... Lo otro ha sido poner orden y hacer lo mejor posible... Hay lindos balnearios en los barrios populares... Deme un club de ricos que tenga juegos de agua para niños pobres... Aquí los pobres tienen toboganes de agua gratis...”.

Sin embargo, al igual que Quito y Cuenca, su proceso de urbanización no ha tenido a la sostenibilidad como eje, a criterio de Rodolfo Rendón, director del Consejo Ecuatoriano de Edificación Sustentable, siendo ese “el camino apropiado para que podamos afrontar este número creciente de personas en un planeta que tiene recursos finitos”, subraya.

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El desarrollo sostenible es un concepto llamado a equilibrar lo económico, lo social y lo ambiental. Para Inés Manzano, directora del Consejo Empresarial para el Desarrollo Sustentable del Ecuador, la parte social del modelo de desarrollo urbano del país “no fue mirada salvo para hacer bordillos, aceras y alcantarillado”. “Nos ha faltado la parte más humana, la parte de preguntar, la de incluir en la participación al ciudadano”, sostiene.

Con respecto a lo ambiental, la especialista considera que Ecuador está “muy atrasado”. En miras a su crecimiento, advierte, las ciudades no repararon en la importancia de preservar sus recursos naturales. En Guayaquil, por ejemplo, los asentamientos en Urdesa y la Isla Trinitaria se dieron en torno al estero Salado, lo que causó su contaminación, que aún persiste. En la vía a la costa, en cambio, la expansión se dio sobre el manglar y el bosque seco. Esto ha incidido en que el índice de áreas verdes por habitante en Ecuador sea de 4,7 m², cuando lo sugerido por la OMS es de 9,2 m² por persona.

No obstante, los especialistas coinciden en que todavía hay tiempo para revertir esta situación. Manzano resalta el caso de Cuenca, que logró frenar la degradación de sus cuatro ríos, respetándolos. Pablo Abad, secretario de Planeamiento del GAD cuencano, explica que este es uno de los ejes del modelo de desarrollo urbano que desde 2014 impulsa un ‘crecimiento inteligente’ que permita una estructura “más compacta y policéntrica”. Esto, dice, va a permitir “que se conecten y consoliden nuevas centralidades y se controle la expansión”.

En Quito el esquema ha sido similar. José Ordónez, director del Instituto Metropolitano de Planificación Urbana, indica que el fortalecimiento de las centralidades urbanas existentes ha sido el mecanismo para lograr una ciudad más compacta y más cómoda para los desplazamientos. La idea, dice, es “alcanzar un desarrollo equilibrado de las diferentes zonas”.

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Pese a estos avances, las ciudades no dejan de tener retos. Uno de ellos, señala Abad, es controlar el valor del suelo, que tanto aquí, como en Quito y Guayaquil, ha dado paso a un crecimiento horizontal hacia zonas periféricas donde los terrenos son más baratos.

Esa necesidad de espacio ha creado otro problema: un mercado inmobiliario irregular conformado por quienes invaden por su cuenta zonas sin servicios básicos y por los que trafican tierras. “Eso lo encuentra usted en casi todas las ciudades ecuatorianas, tal vez más en Guayaquil”, explica Rendón.

Manzano advierte que si bien tiene que haber una plusvalía, deben controlarse las distorsiones del mercado. “(En Guayaquil) pasando un kilómetro cuesta 10 dólares y pasando otro kilómetro te cuesta $ 200 y pasando otro más, $ 1.000 el m². Es absurdo”, dice.

El pasado jueves, en entrevista con este Diario, la ministra de Desarrollo Urbano y Vivienda, María de los Ángeles Duarte, reconoció que uno de los grandes problemas es la inequidad en las ciudades y su falta de planificación y que en la NAU tanto Ecuador como el resto de países se comprometerán a evitar la especulación del suelo.

Otra problemática en Guayaquil, Quito y Cuenca ha sido la migración. Manzano dice que mientras no se apoye al sector rural, los desplazamientos no se detendrán y las tendencias de crecimiento poblacional de las ciudades seguirá. Según el informe del Miduvi, la proporción real de población urbana del país es de 74,3%. “La media en Latinoamérica es 60%, estamos por encima, lo cual nos debería urgir más a tratar el tema”, opina Manzano. (I)