El jueves 29, los miembros de la OPEP reunidos en Argel se pusieron de acuerdo en bajar la producción petrolera entre 200 y 700 mil barriles. Los precios se dispararon 6%, llegando el WTI a superar USD 50 el barril. Buena nueva para los países y empresas productores, que mejoraron sus ingresos.

Una lectura más detenida de la noticia nos revela que lo que acordaron fue conformar una comisión que a fines de noviembre proponga a la conferencia de ministros cómo repartir la reducción. Y ahí está la pelotita. Todos quieren menor producción, pero que la rebaje el vecino.

Irán, Libia y Nigeria  están en proceso de incrementar su producción en 1,5 millones de barriles en conjunto, y se los exime de la reducción.

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Irak reclamó que la base de la cual partirá la comisión para fijar cuotas subestima su producción real e insinúa que no acatará la decisión.

Ecuador, que tanto ha bregado por el acuerdo, está incorporando un nuevo campo a la producción, y difícilmente aceptará reducirla. Tampoco Argelia. A Venezuela no tienen que reducírsela, ya que por incompetencia su producción se cae sola.

Las posibilidades de un acuerdo son remotas. Aun si se pacta la reducción, no es lo suficientemente drástica para absorber el exceso de crudo en el mercado.

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Y es improbable que los países cumplan. El mercado sobrerreacciona.

Arabia Saudita, con su política de conservar participación de mercado, desearía estabilizar el precio un poquito más alto de donde se encuentra ahora. USD 50 el barril de WTI no es malo. En los últimos treinta años promedió USD 53, ajustado a la inflación. Es superior al precio de todos los años de 1986 a 2003. En 2015 promedió USD 49. Como Arabia tiene bajos costos de producción, a ese precio le quedaría una buena renta. Si sube más el precio, digamos WTI a USD 60, se reactiva la industria de petróleos de esquistos, tirando abajo el precio.

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Nuestro problema es que el gobierno infló sus gastos excesivamente, a la vez que ahuyentó la inversión petrolera. Con nuestra modesta producción y exceso de gasto, con WTI a USD 49 el barril en 2015, que arrojó USD 42 para nuestro crudo, el fisco entró en crisis y la economía en recesión.

El próximo gobierno deberá enderezar la política petrolera. La explotación que Sinopec hace del campo Tiputini, la primera de las áreas del ITT, permitió establecer que toda la zona ITT es un único gran campo y que la frontera oriental sería otro eje petrolero. Tendrá que contratarse, bien sea con Sinopec u otra empresa, la explotación integral del campo ITT, mediante una modalidad que conste en la Ley de Hidrocarburos, y no precariamente como ahora con Tiputini.

Aprovechando las buenas nuevas de Tiputini, tendría que reabrirse el país a la exploración petrolera con capitales privados. Hay que aumentar la producción y así incrementar la renta fiscal. Preferiblemente debe contratarse bajo la modalidad de participación, en que gobierno y empresa comparten ganancias y pérdidas. El contrato de servicios que tanto le gusta al gobierno y le sirvió bien con el crudo al alza, ahora no le rinde. (O)