A diferencia de lo que ocurre en otros lugares, el estado de salud de los políticos no ha sido en nuestro país objeto de un interés general y habitual, ni ha estado sometido al escrutinio severo y diligente por parte de la opinión pública, posiblemente por considerarse que la salud debe circunscribirse a la esfera íntima y confidencial de las personas. Pero en otros países, la salud de los políticos, y especialmente la de los gobernantes y candidatos, es un asunto de interés primordial, a tal punto que se señala que “tan corrosivo como un escándalo –y tan temido por los políticos– son las oscilaciones de la salud”.

Es posible explicar el interés en la salud de los políticos si se parte de una premisa básica: el ciudadano aspira a que quien accede al poder no lo haga con una salud disminuida. Sin embargo, la vigencia de dicha premisa ha estado siempre sujeta a la trasparencia (o no) de los políticos que en un momento determinado han tenido quebrantos en su salud, lo que nos lleva también a ejemplos históricos de mandatarios que ocultaron de forma hábil sus enfermedades y dolencias: desde John F. Kennedy, quien trataba de ocultar el síndrome de Addison, pasando por el expresidente francés Georges Pompidou, quien “disimuló magistralmente su cáncer de sangre enmascarándolo como gripes frecuentes”, a un ejemplo más cercano y reciente, el de Hugo Chávez, quien en octubre de 2012 fue reelegido como presidente de Venezuela, habiéndose especulado que ocultó de manera expresa la gravedad y estado terminal al que estaba sometido debido a la enfermedad que padecía.

En días pasados se desató una pequeña controversia debido a alguna insinuación vertida en torno del estado de salud de Lenin Moreno, tema que fue respondido por el exvicepresidente señalando que goza “de una perfecta salud”, y aclaró que la discapacidad no es incapacidad y que obviamente no puede ser interpretada como un quebranto de salud. Si bien el tema de la salud, en este caso de los candidatos, no parece ser un tema relevante para la opinión pública nacional, sí se debería considerar el derecho que tiene el electorado de conocer eventuales estados de salud que pudiesen comprometer la integridad de los candidatos, aún más si tienen opciones serias de alcanzar la Presidencia de la República. En ese contexto y por delicado que parezca el tema, considero que sería un agravio hacia sus electores si un candidato oculta determinados detalles de su salud, ante el recelo de que la divulgación de estos acarreare una disminución de los votos a los que aspira.

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Hay una perspectiva inclusive más aguda en el análisis y se refiere a la idea de que tan importante como la revelación de la salud física es conocer el equilibrio emocional y mental de los políticos, pues de forma definitiva una alteración de dicho equilibrio podría traer consecuencias más graves y sinuosas en un eventual ejercicio del poder. Un tema para la discusión en la medida en que creamos que la salud física y emocional de los políticos es algo que trasciende. Podemos también dejarlo como ahora, en tabú. (O)