En la sala Exclusiva 2 de la Junta de Beneficencia de Guayaquil velan a Eduardo Rabascall, taxista de 61 años que falleció el miércoles pasado tras sufrir quemaduras en el 90% del cuerpo en un incendio que se registró el martes anterior en una gasolinera Mobil, ubicada en la ciudadela La Garzota, en el norte de Guayaquil.

Rocío Triviño, esposa de la víctima, a pesar del dolor que siente accede a dialogar con este Diario. Espera que la investigación de la Policía determine las causas y responsabilidades del siniestro en la estación de servicio.

“Que se investigue. Es tan visible, porque eso lo ha visto todo mundo en los videos, que es responsabilidad de la gasolinera, porque esa cuestión (manguera surtidora de gasolina) ha estado dañada, porque si hubiese estado buena no sucede eso”, indica la mujer, de 62 años.

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Son más de las 09:00 del viernes último y ella se da tiempo también para recordar cómo era su esposo en su hogar y en su oficio.

“Él era muy amiguero, sin poses, tan sencilla que todo el mundo lo quería donde quiera que iba. En la casa le decíamos Coco porque al papá de él también le decían así y los amigos del trabajo le decían Chavo porque era payaso. En la cooperativa de taxis era el más chistoso, el que hacía las bromas. Ellos justamente estuvieron ayer y decían: 'Nosotros lo vamos a extrañar porque en las reuniones serias él salía con su broma'”, comenta.

Hogareño y bromista

En la sala de velación, amigos de la promoción de 1974 del Instituto Nacional recuerdan que siempre fue un bromista. Gabriel Casanova y Lupe Serrano relatan que el taxista era inquieto, que era uno de los que hacían reír al curso. Con él se veían en reuniones casuales.

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Rabascall estaba afiliado a la cooperativa de taxis 30 de enero, por más de 30 años ejercía el oficio de transportar personas en su vehículo, refiere Triviño. Ella también lo recuerda como un hombre hogareño que los días laborables tenía la rutina de ir a dejar a sus hijos a sus destinos: a Carolina a la Universidad y a Eduardo al trabajo.

“Al mediodía iba a almorzar, descansaba y luego salía. Era un hombre tranquilo, nunca me dio problemas de decir que andaba inquieto con alguien. Esas cosas son las que se valoran de las personas. Un hombre muy fiel”, indica.

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La viuda de Rabascall exige justicia y a la vez espera que la administración o propietario de la gasolinera indemnice a su familia porque su cónyuge era el sustento del hogar.

“Es mi cuñado el que ha estado tratando este asunto. Yo no he querido tratar ese asunto, pero como familia esperamos una indemnización. Después con mente fría trataremos estas cosas. Mis hijos igual estaban bajo la responsabilidad de él, él era el responsable del hogar, el que proveía las cosas de su hogar, todos los gastos porque yo no he estado ejerciendo últimamente (abogacía), como no sentía la necesidad de tener un ingreso para esto o lo otro”, puntualiza, al indicar que su fe sigue intacta y que confía en que Dios los ayudará.

El cuerpo de Eduardo Rabascal será enterrado hoy, a las 11:00, en el Cementerio General de Guayaquil. (I)