15 cuentos para fotógrafos y una carta indignada es el nombre del último libro que acaba de publicar el cineasta, fotógrafo y docente argentino radicado hace 40 años en Ecuador, Jorge Massucco, quien en todos estos años se ha convertido en un referente cultural de la ciudad.
Es su quinto libro, antes publicó 9 temas de producción audiovisual, El Nosotros, Otras miradas a la fotografía y De la risa a otros referentes compartidos, de corte académico y filosófico.
Cómodo, con zapatillas de andar en casa y ropa holgada nos recibe en su departamento de Los Ceibos, donde disfruta desde hace año y medio de su jubilación, para hablarnos de los cuentos y de la carta indignada. En realidad, Jorge Massucco tiene muchas historias que contar de los capítulos de su vida.
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Todos los cuentos tienen como referente a un fotógrafo y su trabajo. “Son historias que se alimentan de mi experiencia personal, pero son ficción”, cuenta Jorge, que ya tiene 80 años. “Todos los cuentos tienen como acápite un fragmento de mi libro de ensayos sobre la fotografía y a partir de ese pensamiento se recrea una historia”, explica Jorge, que emocionado recuerda el “visto bueno” que le dio a su libro el fallecido escritor Miguel Donoso Pareja, quien escribió el prólogo y, entre otras cosas, dice que “los cuentos de Jorge Massucco son de primerísimo orden”.
Massucco, como le llaman muchos, fue lector desde niño y siempre le gustó escribir. “Dicen que esto de leer y escribir es algo que se hereda, y bueno, yo recuerdo que cuando era chiquito, tendría unos cinco años, mi padre no trabajaba solo los domingos y era un día de fiesta, con desayunos en la cama, yo me metía en su cama y mi padre me contaba cuentos en los que yo era siempre el protagonista, siempre había un bote y siempre terminábamos llegando a la casa de la vieja Pepa porque nos habíamos perdido y ella nos daba leche con té caliente”.
Con su voz cálida, reflexiona sobre los cuentos de su padre. “Entonces yo digo que esos relatos se quedan en el subconsciente muy profundo, y todas esas fantasías y esos inventos que despertaban cosas de niños, despiertan a la distancia en el adulto”.
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Además de sus finos y divertidos cuentos, está la carta indignada, que esa sí es más real, aunque con personajes ficticios. Parte de una carta que le escribió, allá por 1994, a Omar Espina, entonces Jefe de Redacción de la revista Dinners, para la que trabajaba Jorge, en la que con indignación matizada de fino humor reclama por trabajos fotográficos pedidos pero no publicados.
“Así, en esta carrera por hacer las cosas bien y a tiempo, no hace falta decirte que se va, se viene, se espera, se choca, se vuelve, se paga, se corre, se carga gasolina, se compra, se habla, se escucha, se aguanta, se sonríe, se anota, se envía, se telefonea... y en algunos momentos se fotografía”, dice una parte de la carta indignada “retratando” el oficio del fotógrafo periodístico.
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Ya no hace fotografía, la dejó a fines de los 90, cuando apareció la fotografía digital. “La dejé porque cuando estaba encontrando las respuestas a la fotografía analógica me cambiaron todas las preguntas”, dice Jorge, que añade que el cambio de la tecnología coincidió con sus problemas de la vista. “Para mí fue una ruptura muy grande, calcula que desde que se inventó la fotografía hace unos 150 años, siempre había sido un proceso químico”.
También dejó la docencia a la que se dedicó por años y ahora, de vez en cuando, da charlas.(I)
Son historias que se alimentan de mi experiencia, pero son ficción. Todos los cuentos tienen como acápite un fragmento de mi libro de ensayos sobre la fotografía y a partir de eso se recrea una historia”.