Andrea Navarrete
‘Se requiere constancia para el éxito’

La primera portada en la que salió una modelo luciendo su maquillaje fue en la revista Hogar, hace catorce años.

Andrea Navarrete en la actualidad trabaja para las revistas Hogar, Sambo y Samborondón, y además tiene un consultorio de maquillaje en el que emplea a tres ayudantes; a la par tiene el spa Esthetic Care, en Entre Ríos.

Andrea expresa que ama lo que hace y es perseverante porque considera al maquillaje su vida. “Esta no es una carrera universitaria sino un mundo en el cual teniendo un curso o no teniendo puedes tener éxito, todo depende de ti, hay gente que nace con ese don en las manos y es de los mejores. Lo que habla de ti es hacer bien tu trabajo y usar productos de calidad”, comenta emocionada.

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Decidió dedicarse al maquillaje después de abandonar el preuniversitario de la carrera de Publicidad, para prepararse en una especialidad que le tomara menos años. Realizó cursos de cosmetología y maquillaje aquí y después en España. “La verdad es que nunca pensé que iba a estudiar eso, me metí por cosas de la vida. Pensé en volver a estudiar Publicidad, pero no regresé porque me encantó maquillar. Sin embargo, no me he desligado del todo de la publicidad porque me encargo del marketing de mi negocio”, indica Andrea

Cuando tenía 20 años, después de estudiar en España regresó al país y entró a trabajar en el grupo editorial Vistazo. En sus inicios, además, empezó maquillando a domicilio, después en casa de un familiar, luego en la peluquería Waleska Wilson y desde hace seis años en su propio local.

Respecto de los estilos de maquillaje dice que no le gustan los de bases muy recargadas, sino el que en sus clientes se destaquen rasgos de forma natural.

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Al ser interrogada sobre las ganancias que obtiene en el sector con su trabajo, sonríe y lo compara con una montaña rusa. “Hay temporadas con mucho dinero, otras comiéndote la camiseta, tienes meses excelentes y otros bajos, cuando la gente no tiene eventos. Se requiere constancia para el éxito, en estos catorce años he visto a mucha gente entrar y salir, además porque hay que sacrificar tiempo, fines de semana”, dice.

Aparte de sus negocios, ella dicta clases de maquillaje y automaquillaje y sigue asistiendo a cursos para actualizarse. (I)

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Ariana Taranto
‘Falta regularizar a maquilladores’

¿A quién vas a maquillar tú? Fue la pregunta que le hizo a la joven Ariana Taranto su padre, Luis Taranto, cuando ella le dijo que había decidido especializarse en maquillaje mientras aún estudiaba Comunicación Escénica en la Universidad Casa Grande. Ariana, de 26 años, dejó su formación en la universidad y empezó a maquillar hace unos cuatro años, en ese entonces, sin contactos que le permitieran obtener clientes; los fue ganando de a poco, en el camino.

Dice que al comienzo discutía con su papá porque no aceptaba su decisión, pero que le ha demostrado que logró llegar al mercado y mantenerse.

“Mi sueño desde pequeña siempre fue ser famosa, conocida y que mi nombre suene. Ahora como maquilladora es una marca. Yo le dije a mi papá hay muchas mujeres que desean maquillarse y a las más conocidas de aquí yo las maquillaré”, expresa con una sonrisa.

Ariana trabajó como maquilladora de planta de Ecuavisa y ha colaborado con las revistas Sambo, Mariela, Club, New Model, Jute Magazine (de Estados Unidos). Entre sus clientes han estado presentadores de televisión, actores, esposas de políticos y Gabriela Frías, corresponsal de CNN.

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Cuenta que lo más importante para ella ha sido no ponerse límites. Empezó a los 22 años y tiene un consultorio de maquillaje en su domicilio.

Mira la pared y señala un espejo grande de marco de madera. Cuenta que fue el primero que tuvo en su primer local y que lo compró con un dinero que prestó.

Empezó su primer consultorio de maquillaje en la avenida Francisco de Orellana, en un cuarto pequeño. “Mis inicios fueron desde abajo. Todo lo que ha llegado ha sido con esfuerzo”, manifiesta.

Mientras habla se evidencia su entusiasmo por lo que hace. Cuenta que es muy sacrificado, pero que ser maquilladora para ella no es un trabajo, porque lo disfruta. “Hay que madrugar, atender fines de semanas, feriados”, cuenta.

Aparte de maquillaje ha estudiado Diseño de Modas en Dy Brain y Eurodiseño, y al momento está preparándose para ser maestra de belleza en Pivot Point, una academia que está en Urdesa.

Dice que uno de sus anhelos es que haya un gremio de maquilladoras, para que exista regulación entre quienes se dedican a maquillar de forma profesional. (I)

Viviana Muñoz
“Es un arte para crear por dentro”

Dice que algunas de sus clientes que han llegado tristes o deprimidas a su local, después de verse maquilladas sonríen y recuperan el ánimo. Asegura que lograr ese cambio de actitud en ellas es la razón de su trabajo, a diario.

Viviana Muñoz, de 32 años, se dedica al maquillaje desde hace ocho y tiene su local propio hace dos en la avenida principal de la urbanización Entre Ríos.

“Creas no solo exteriormente sino interiormente, para mí el arte del maquillaje está en no crear algo afuera sino adentro”, asegura Viviana.

Dice que el reto de su trabajo es complacer cada día a sus clientes, algo que no es complicado para ella, pero cree que en el negocio del maquillaje en general sí es una de las dificultades.

Es la tarde del jueves 15 de septiembre y su local está lleno de clientes, la mayoría, haciéndose tratamientos de cabello, manicure y pedicure en un ambiente relajado, en un sitio con decoración vintage, escuchando música en estilo bossa y teniendo la opción de tomar gratis una taza de café o una copita de champagne.

Su estudio de maquillaje es su sueño realizado. Viviana dice que maquillar era un juego para ella en su infancia, lo hacía como hobby los fines de semana.

Estudió cursos de maquillaje mientras cursaba su carrera de Ingeniería en marketing, una profesión que culminó para complacer a su papá.

Luego fue él quien le regaló sus primeras herramientas para empezar a maquillar. Las clientes con las que comenzó a trabajar fueron sus familiares y amigas, ellas las recomendaron, y así fue creciendo su clientela. Después ya pudo compartir un local con unas primas en la tienda de ropa Poupée, ubicada en la urbanización Entre Ríos.

Antes de eso ya había estudiado cosmetología en la escuela Esperanza Ferrá Soto y maquillaje en Colombia.

Cada año viaja para actualizarse sobre maquillaje y para inspirarse. “Conoces a gente en otros países que está en el mismo trabajo, en el mismo medio, es chévere”.

Expresa que el mercado en Samborondón es muy exigente y fiel. lo cual considera que es positivo. Para Viviana, lo más importante es la paciencia y el amor a la hora de maquillar.

Uno de los proyectos que prepara al momento es visitar a mujeres que padecen de cáncer para enseñarles maquillaje. (I)

Ana Cristina Guerrero
‘Hay que innovar en el maquillaje’

Mantenerse actualizada sobre las nuevas tendencias de maquillaje y poder ofrecerlas a los clientes es lo más importante dentro del trabajo que realiza Ana Cristina Guerrero, de 33 años.

En su estudio cuenta con microblading, un maquillaje semipermanente para una micropigmentación de cejas. “Permite tener cejas más tupidas, no es muy común en el sector”, expresa y muestra las herramientas que utiliza a menudo para la aplicación de este tratamiento de belleza que aprendió en Colombia.

Muestra orgullosa las fotos del antes y después de sus clientes y dice que ver esos cambios es lo que también la motiva en su trabajo de maquilladora, al que se dedica desde hace doce años.

Estudió maquillaje en Argentina. Al inicio era solo un hobby, ahora su amor a este trabajo ha superado el que tenía por las carreras que estudió, Turismo y Relaciones Públicas.

Dice que el maquillaje se sintetiza en la palabra “todo” para una mujer cuando se trata de un evento social en el sector. “Aquí debe estar arreglada así sea para un evento sencillo, debe verse y sentirse bien”, explica.

Cada vez el negocio le demanda de más tiempo, por eso ya está pensando en contratar una ayudante en su consultorio y sueña además con tener aparte un spa.

Su amor por la aplicación de maquillaje es similar al que siente por el arte plástico, “Desde pequeña a mi siempre me gustó pintar”, recuerda.

Dice que aunque el trabajo es bien remunerado y nunca le han faltado clientes, es muy sacrificado. “A veces sábados y domingos estoy trabajando, he llegado tarde a compromisos o he tenido que abstenerme de ir a eventos sociales, pero disfruto hacer esto. Aquí entre una cliente y otra se pasan las horas de forma rápida”, expresa Ana.

Comenta que en unos meses tendrá su primer receso laboral, por su luna de miel, pero que luego lo retomará, ya que su deseo es vivir hasta su vejez dedicada a maquillar.

Sonríe y dice que lo que más la hace feliz es cuando sus clientas se sienten cómodas y regresan.

Ana Cristina prefiere no dar detalles sobre sus ganancias, pero manifiesta que se puede vivir del trabajo de maquillar y que aunque en el sector en los últimos años ha crecido la competencia en su negocio, todavía hay mercado para todas. (I)