Juan Pino, de 46 años, se moviliza en una silla de rueda deteriorada y con el apoyo adicional de su bastón por ser invidente. Su condición de salud se debe a la enfermedad rara y progresiva que padece, el síndrome de Morquio, que causa el desarrollo anormal de huesos, entre otros síntomas. A los 5 años empezó a perder la vista y a los 17 ya no veía nada.

A diario, él se transporta de Durán al centro de Guayaquil, a las calles 9 de Octubre y García Avilés, para vender informalmente productos como chifles, chocolates, chicles y hasta muñecos infantiles, en un pequeño charol de madera. Con esa labor y el bono de $ 50 sobrevive.

En esa esquina, rodeado de otros compañeros invidentes, él afirma sentirse desprotegido. Hace seis años, comenta, le entregó una carta al presidente Rafael Correa, en la que le pedía una vivienda y un trabajo. Lo llamaron para decirle que iban a gestionar la ayuda, pero jamás se concretó, dice.

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Dos años después, en el 2014, hizo otro intento con las mismas peticiones. Hace poco, el 26 de agosto, realizó una tercera solicitud a Correa. A través de una carta le pide un trabajo estable –él cursó hasta tercer año de Comunicación Social– o el bono Joaquín Gallegos Lara ($ 240) por su mal progresivo.

También solicita que le restituyan el bono a su madre, Aneri Medina, de 76 años, quien quedó inválida en un accidente. A ella le retiraron la ayuda económica en enero. (I)