Sin el piso ni la cocina terminados, Mario González se instaló en su nueva vivienda. Tenía prisa por habitarla porque la casa donde alquilaba la habían vendido y el dueño los quería desalojar.

Mario, su esposa y sus cuatro hijos adolescentes llegaron a la ciudadela Puerto Azul el 12 de abril de 1982 y se convirtieron en los primeros en habitar Rincón Azul, un lote con 100 villas tipo mediterráneo con las que se empezó a poblar la segunda etapa de la ciudadela, ubicada en la vía a la costa.

Mario, un ingeniero de petróleo ya jubilado, recuerda que aparte de las tres manzanas con casas lo demás era pura pampa. Dice que para sus hijos, Puerto Azul era como estar en el fin del mundo.

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“Para mí era lindo por la tranquilidad que había, pero para mis hijos era un sitio horroroso y más aún porque no había teléfono. No lo tuvimos durante cinco años. Mis hijos estaban en edad de fiestas y necesitaban comunicarse con sus amigos, por ello no querían vivir aquí, pero no les quedaba más alternativa”, dice con una sonrisa.

Reinaldo Cañizares, actual presidente del comité de Puerto Azul y también uno de los primeros habitantes, pero que construyó su casa cerca de la iglesia, cuenta que la ciudadela fue urbanizada por unos italianos que contaban con 500 hectáreas de terrenos que se iban a utilizar en las dos etapas.

250 hectáreas para la primera etapa estaban frente a Puerto Azul (del otro lado de la carretera), donde nunca se construyó; y las otras 250 donde ahora está la ciudadela.

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Dice que el primer complejo del lugar fue Rincón azul con un modelo de villas blancas que contaban con tejas rojas, tres dormitorios, sala, cocina, baños, jardín. El diseño de las calles se concibió al estilo europeo, con muchas curvas.

Tanto Mario como Reinaldo recuerdan que al comienzo Puerto Azul estaba muy alejada de la ciudad y que se tenían que proveer de los víveres para la semana o para el mes. Unos años después lo hacían en la tienda de Rafael Catagua, que estaba a cargo de la planta de tratamiento de aguas negras.

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Él vive en Puertas del Sol, que está en las terrenos que perdió Puerto Azul, debido a que fueron invadidos y que están a un costado de la ciudadela con vista a la Perimetral.

Rafael, a quien todos en Puerto Azul conocen como ‘el manaba’, les expendía y expende sus productos a través de una ventanita en el cerramiento que separa a Puerto azul de la invasión, y que se le ha permitido mantener.

Uno de los productos más solicitados es el pan enrollado que está listo a las cinco de la mañana y lo elabora Juan, uno de sus nueve hijos. Para comprar el pan muchos madrugan, porque no quieren perderse al que ellos consideran el mejor enrollado de la ciudad, comenta Reinaldo.

Sobre el entorno de Puerto Azul en sus orígenes, Mario comenta que no había vecinos ni nada. “Solo había una vía de ida y vuelta, no había el peaje. En la temporada de playa nos aguantaban a la ciudadela hasta que el tráfico fluyera y luego un convoy de policías nos escoltaban para que entráramos. Fue así hasta que hicieron la otra vía”.

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Él vendió su villa, porque sus hijos se casaron y se fueron de casa. Ahora vive con su esposa en un departamento en los condominios Blue Park que están en la ciudadela junto al estero Salado.

Recuerda que compró su villa en dos millones de sucres, que era la moneda que circulaba en aquel entonces en el país, y que si se relaciona con la actual serían unos 80.000 dólares. “La compré con un préstamo que hice al Seguro Social. La entrada que era del 30% del valor de la casa la pagué con mis ahorros de toda la vida”, dice Mario, quien ahora es el presidente de los condominios Blue Park.

Cuenta que otros vecinos que llegaron después que él ya no viven ahí, se fueron del país o a residir en Samborondón. En 1984 formaron el comité de moradores, que actualmente se encarga de la seguridad de la ciudadela, cuidado de los parques, seguimiento de las obras que se requieren y atender las necesidades y daños que se presenten, haciendo las gestiones con los organismos a los que les competan.

Reinaldo cuenta que en 1988 se inició el traspaso de Puerto Azul al Municipio de Guayaquil y concluyó en 1990, el cual se encarga de ejecutar obras en el interior, entre ellas parques, calles, aceras.

“Somos 2.100 familias de las cuales el 85% paga al comité, el 15% no paga la cuota que son $ 40 mensuales. Nosotros cuidamos de la seguridad, la Policía nos da respuesta inmediata en caso de que la necesitemos, también preparación para nuestros vigilantes y todo cuanto sea implementado para garantizar la seguridad de Puerto Azul”, puntualiza el dirigente.

Añade que la ciudadela cuenta con un centro comercial y once parques, de los cuales tres ha hecho el Municipio y que para ser usados para alguna actividad particular, una feria o fiesta infantil, se tiene que solicitar permiso al Cabildo.

Dice que Puerto azul conserva toda la belleza natural que tenía cuando se empezó a habitar, porque ellos tratan de preservar el ecosistema.

“Aquí si uno camina a eso de la mañana la zona del estero siente un ambiente marino como si estuviera en la playa. Si camina por donde están los eucaliptos, parece que estuviera en una hacienda. Tenemos dos grados menos de temperatura que la ciudad, en cuanto a flora y fauna tenemos de todo, variedad de pájaros, iguanas, tenemos una zona de reserva con una pesca abundante y también hay los famosos cocodrilos, pero estos no son agresivos y hasta huyen de la gente y de la bulla”, indica Mario.

Cuenta que cuando se asentó la ciudadela ya se había hecho una poda de los árboles nativos que había, pero ellos volvieron a sembrar, por eso cuentan con pechiche, ciruela, mango, guaba, naranjos, y plantas como la macadamia (que no son nativas de la zona).

Dice que Puerto Azul es como una pequeña ciudad donde se encuentra un poco de todo y por ello hay quienes nunca salen de ella. “Tenemos restaurantes, farmacias, gimnasios, centros de belleza, un centro médico, una iglesia, colegio, escuela, el Yacht Club, consultorios médicos particulares.

Actualmente hay unos cien solares vacíos, de los cuales muchos no están en venta, pero los que sí lo están tienen un valor que va desde $ 300 el metro cuadrados (I)