Los días se hacen interminables, de lunes a viernes, para Alejandra Franco, para quien la rutina de almorzar en el colegio al terminar las clases, ponerse sus trajes para entrenar gimnasia olímpica, ir a la Federación del Guayas y llegar a su casa a las 22:30, recién a hacer deberes, es algo a lo que está acostumbrada desde los 7 años.

Ella tiene 15 años y está en el colegio CENU. Sus prácticas deportivas comenzaron cuando tenía 3 años, deslumbrada por una prima mayor a la que veía hacer acrobacias en el aire.

Al principio comenzó en una academia particular, pero desde los 7 años entró a la Federación del Guayas, luego de hacer una prueba y ser elegida. Aún es parte de esa entidad.

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Ha participado en múltiples campeonatos. En 2010 obtuvo el primer lugar en el Campeonato Sun Surf Spectacular, en Miami, Estados Unidos. En 2013 ganó una medalla de oro en tres categorías en la quinta edición de los Juegos Prejuveniles y este año obtuvo el segundo lugar en paralelas, en la octava edición de este campeonato, que la llevó a clasificar para el sudamericano en Colombia.

Asegura que a veces se siente demasiado exhausta, con las energías justas para terminar un día de trabajo, por lo que cada tiempo libre que le queda, lo aprovecha para descansar.

Como ella están Lisa Montesdeoca, Marcela Baquerizo, Paula Martínez y Adrián Nuques, estudiantes de colegios del sector que se dedican a actividades extras vinculadas al arte y al deporte, pero de una manera más profesional, con entrenamientos de muchas horas y participaciones en campeonatos y presentaciones internacionales.

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En el caso de Lisa Montesdeoca, de 13 años, que está en el colegio Monte Tabor, su mundo es la danza, a la que se dedica desde que tiene 4 años. Uno de sus sueños es estudiar en Nueva York, EE.UU., y presentarse en Broadway.

Sus entrenamientos son diarios, algunos días durante dos horas y media y otros tres horas y media; tiempo en el que baila tap, jazz, ballet clásico y danza española.

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Lisa cuenta que su mamá la inscribió en la academia de danza Clap porque desde pequeña mostraba su gusto por el baile moviéndose al ritmo de la licuadora o de cualquier objeto que emitiera algún sonido.

“Me gusta poderme expresar a través del baile, no lo veo como una actividad que no me deje tiempo para entretenerme, porque al hacerlo lo disfruto”, dice, pero aclara que también aprovecha los paseos y salidas al cine o a comer pie de limón con sus amigas.

Ella cuenta que a veces estudia en los recesos entre un baile y otro. En ciertas ocasiones le toca terminar los deberes al regreso, a eso de las 21:00, con la ayuda de su mamá.

A pesar de su corta edad, su trayectoria en la danza es larga. En 2014, en un campeonato organizado por Universal Dance Association (UDA) ganó el primer lugar en su primer solo de tap. En 2015, en In10sity, en EE.UU., obtuvo el primer lugar en tres diferentes categorías, individual y en grupo y recientemente ganó el primer lugar en un solo de tap en el campeonato All Dance Salinas, con pase a torneos en Panamá y Brasil.

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En tanto, Marcela Baquerizo a sus 17 años cuenta con la experiencia para saberse organizar sin excederse.

Está en el colegio Delta, ella es la actual ganadora, junto a una compañera, del concurso de pintura organizado por el MAAC.

Cuenta que a partir de los 7 años comenzó sus clases de ballet en la escuela de Ana Wiesner. En un principio lo tomaba como un pasatiempo al que le dedicaba una hora diaria de ensayo, pero cuando cumplió 10 años su interés aumentó. “No lo sentía como algo que me estuviera quitando tiempo, me gustaba sentir que siempre estaba trabajando por obtener algo, no era un simple ensayo, siempre estaba compitiendo conmigo misma”.

Luego de tener algunos protagónicos y ganar premios, decidió participar en Bolshoi Ballet School’s Summer Intensive, un campamento intensivo, del 2010 al 2013, en la ciudad de Connecticut, EE.UU., al que fue con dos compañeras.

En 2010 ganó medallas de oro y plata en solos en clásico y contemporáneo, en Orlando, EE.UU. Además tuvo el protagónico en la obra Cascanueces, que se presentó en el TSA, en 2011.

A la par del ballet descubrió su habilidad con el dibujo, algo que hace de manera innata. Ahora se dedica a ambas actividades.

Asimismo, Paula Martínez, de 11 años, estudiante del colegio IPAC, descubrió su habilidad natural por la pintura, esta se sumó a su pasión por la música.

Obtuvo el segundo lugar a nivel nacional en Dream Car Art Contest, un concurso de dibujo organizado por la marca Toyota. Su trabajo se exhibe en Japón.

Toca el piano desde los 4 años y ahora forma parte del conservatorio Antonio Neumane, al que asiste dos veces a la semana, seis horas por día. En cada jornada almuerza en el carro y hace algunos deberes en el conservatorio.

Por su habilidad con el instrumento participa regularmente en eventos artísticos en el colegio. A los 7 años tuvo su primer solo, que fue en el Centro Cívico. No descarta la posibilidad de dedicarse a la música en un futuro.

Para Adrián Nuques, de 15 años, estudiante del Liceo Panamericano, fue su gusto por las películas de peleas y de artes marciales el que despertó su interés por aprender karate, desde los 8 años.

Sus entrenamientos son en el colegio, tres veces por semana, a partir de las 14:35. En cada práctica almuerza a las 17:00 cuando llega a la casa.

Aunque asegura que el karate lo toma como pasatiempo y no piensa hacerlo su profesión en el futuro, su compromiso con los entrenamientos es total, trata de no faltar y es muy disciplinado en clases.

El año pasado ganó una medalla de plata y una de bronce en un campeonato organizado por la Federación Deportiva. Este año participó en Perú y obtuvo una medalla de bronce. “Esta fue la primera experiencia que tuve de competir afuera, fue increíble y ganar se sintió como un pago al esfuerzo que uno le pone”, cuenta.

Ventajas y desventajas
Para Lorena Cuadrado, psicóloga clínica, máster en terapia familiar y docente de la UEES, vincular a los niños en este tipo de actividades los ayuda en su autoestima, comunicación y a ser más sociables, ya que se desenvuelven en diferentes entornos, lo que a su vez desarrolla madurez emocional, creatividad y habilidades mentales y de destreza.

Sin embargo, para ella sí existen varias desventajas al momento de someterlos a tanta presión y responsabilidad. “Aunque ellos digan que sienten que se divierten y que disfrutan lo que hacen, sin darse cuenta en realidad del tiempo que le dedican a la actividad y de las cosas que dejan de hacer por ello, esto se da porque desde muy chicos este fue el único entorno que conocieron, pero no hay que olvidar que los niños necesitan espacios libres para desarrollarse, sin horarios ni esquemas rutinarios, sino momentos en los que puedan ser niños”, dice.

Para ella, hacer las cosas de una manera balanceada es la clave. “La sobrecarga de actividades puede causar estrés por cansancio, falta de sueño o irritabilidad”, añade. (I)

Los niños deben vincularse a esta práctica de manera libre y voluntaria y los papás deben acompañarlos en el camino para fomentar la comunicación”.Lorena Cuadrado, Psicóloga