La unidad 1740 de la línea 70 se detiene a dejar y recoger pasajeros en el carril de servicio de la autopista Narcisa de Jesús, al pie del paso peatonal ubicado frente a Metrópolis, en el norte de la ciudad.
Uno de los usuarios se baja enfurecido y vocifera porque el conductor no lo ha dejado 50 metros antes, para cruzar la vía rápida y pasar directo, por una zona no peatonal, a la entrada de esa urbanización.
Los pasajeros se suben, las puertas del bus se cierran y emprende su marcha. La próxima parada es frente al plan habitacional Mucho Lote, pero otros pasajeros gritan porque desean, sin éxito, quedarse antes.
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El bus sigue frente a Los Geranios y un usuario le pide al conductor que pare, pero él no lo hace y levanta la voz: “Paro en el peatonal (de Los Vergeles), aquí no, venga saliendo”. Un enfurecido pasajero le increpa: “Haces lo que te da la gana”.
La tensión sube. El carro está totalmente lleno y los pasajeros se empujan entre ellos como enlatándose. “Retírese de la puerta”, afirma el chofer. Un pasajero responde: “No hay dónde, dale”. El chofer le explica vanamente que si no cierra las puertas no puede arrancar, como ordenan las reglas establecidas por la ATM como obligatorias a partir de hoy.
El usuario insiste y el chofer levanta la voz: “Entonces bájate, no te llevo”. La respuesta, hasta menciones a la madre.
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En contraste, frente a Metrópolis, otro bus circula por el carril de alta velocidad y deja pasajeros en el parterre central, algo prohibido. Así son las actitudes fuera de la ley, diarias, de choferes y usuarios. (I)