Para llegar a la casa de las trillizas, el carro debe ingresar por la entrada de la línea 8, en el noroeste de Guayaquil. Después de sortear la cooperativa Balerio Estacio y el canal de agua Daule-Chongón, se llega a la Sergio Toral 2.

Un lugar con accesos plagados de huecos en la tierra y donde se puede divisar la vegetación que alguna vez copó toda esta zona, pero que dejó de ser así por los asentamientos informales.

En una casa, que alquilan por $ 60 al mes, viven Paula Parrales (24) y Carlos Baque (28), quienes procrearon a las trillizas, que nacieron el 26 de agosto en la maternidad Mariana de Jesús. Esta vivienda de cemento y dos divisiones también acoge a Dayana (10), Songyuu (7) y Milena (6), los hijos del primer compromiso de Paula.

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Son las 11:30 de ayer y ella contempla a sus trillizas. “La más grande es la más inquieta”, dice Paula, refiriéndose a Carla Ashlee, que sería el posible segundo nombre de la menor.

La niña de tamaño intermedio se llamaría Carla Valesca, y la más pequeña, Carla Paulet.

Las necesidades son varias en este hogar. Carlos comenta que el sueldo básico que gana en una lubricadora no le alcanza para sostener a su familia. Él no hace distinción entre sus hijas con los pequeños del compromiso anterior de su pareja. “Padre no es quien engendra, sino quien cría”, dice. Y el amor es mutuo: Dayana, Milena y Songyuu le dicen “papi”. Este último lleva el nombre de un personaje de una novela surcoreana que se transmitió en un canal de TV.

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“Agradecería a quien me pueda ayudar con una casa, un trabajo mejor pagado o una herramienta (congelador) para poner un negocio en casa”, menciona Carlos, quien a pesar de las carencias se muestra sonriente y con ánimos.

Ayer, una persona anónima le regaló un coche para trillizas, pero también necesitan pañales, una cuna y otros artículos para el cuidado.

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Paula vivió su infancia y adolescencia en Puná, su familia habita en esta isla del golfo de Guayaquil. Ella indica que su mamá aún no conoce a sus nietas, pero que la llama con frecuencia por teléfono para saber cómo están.

La mujer de 24 años no terminó la escuela, al igual que Carlos. Reconocen la importancia de los estudios, de ahí que han dejado de pagar hasta dos meses de renta para comprar útiles escolares y poder enviar a sus hijos a la escuela. Dayana está en quinto año básico; Songyuu, en tercero; y, Milena, en primero.

“Si Dios nos las dio (a las trillizas), tenemos que salir adelante”, coincidieron los alegres padres.(I)