Para la presidenta brasileña suspendida Dilma Rousseff hoy se inicia una cuenta regresiva y le espera al menos seis días de incertidumbre tras el comienzo del juicio político en su contra que pone en riesgo su futuro al mando de la mayor economía de Latinoamérica.

La última fase del proceso de impeachment se abre a las 09:00 en el Senado de Brasilia.

Según el cronograma, la primera mujer en llegar a la Presidencia de Brasil escuchará la sentencia en torno al 31 de agosto. Si es hallada culpable de haber violado la Constitución al aprobar gastos a espaldas del Congreso y manipular las finanzas públicas, perderá su cargo y quedará inhabilitada para la función pública por ocho años.

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Para el medio brasileño O Globo, 51 de los 81 senadores anticiparon que su voto será a favor de la salida definitiva de Rousseff del poder. Se necesitan 54 para derrocarla.

De acuerdo con todos los sondeos realizados en el Senado, esta economista de 68 años ya no regresará al Palacio de Planalto, sede del Gobierno. Los datos indican que sus detractores obtendrán entre 58 y 60 votos y superarán la mayoría especial de los dos tercios.

Si es absuelta, recuperará su gobierno, al que le restan dos años y cuatro meses.

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Más allá del resultado final, el mundo político brasileño contendrá el aliento el próximo lunes, cuando la propia Rousseff haga su alegato final ante los 81 senadores, en una media hora para la historia en la que intentará convencer de su inocencia a una tribuna que desde el inicio de su segundo mandato le ha sido hostil.

Dirigida por el presidente de la Corte Suprema, Ricardo Lewandowski, esa audiencia la pondrá cara a cara con los senadores que durante el impeachment criticaron duramente su gestión.

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“Será la última oportunidad que tiene para defenderse. De nuestra parte habrá una postura de respeto (...). Dependerá también de la postura que traiga la presidenta. Si es agresiva y provocadora, habrá reacciones”, dijo el senador Cassio Cunha Lima, a favor de destituirla, cuyo partido integra la coalición del Gobierno interino que da por hecho que Brasil cambiará de color político: “Dentro de dos semanas tendremos un nuevo presidente”.

De consumarse su caída, el presidente interino, Michel Temer, completará el mandato hasta fines de 2018.

Y lo hará rodeado de problemas similares a los que erosionaron a su compañera de fórmula en dos elecciones: alta impopularidad, un partido alcanzado por la corrupción –también el PMDB es uno de los investigados por el caso Petrobras– y obligado a tomar medidas amargas ante una sociedad hastiada de la crisis. (I)