Desde que la quiteña María G. recibió la primera notificación de que perdería su piso comprado en Madrid por impago no ha dejado de consumir ansiolíticos. Sufre trastornos depresivos. La angustia y el miedo por quedarse sin vivienda tras un año y medio sin empleo le ha provocado episodios de estrés. Casos como el suyo son moneda corriente para los profesionales de Psicología Sin Fronteras que brindan atención en los consulados repartidos por el territorio del país europeo. El servicio arrancó en septiembre del año pasado. Durante este periodo los profesionales han atendido a 665 personas en sesiones individuales y 180 a través de encuentros grupales.

Luis García, director de esta entidad, hace un retrato robot de los pacientes: “son personas que están viviendo un episodio dramático y tienen dificultad para superarlo. En su mayoría, mujeres, de 35 a 55 años, con trastornos de ánimo, depresión, ansiedad y conflictos de pareja y familia, de un nivel socio cultural medio y con dificultades económicas aunque anteriormente tuvieron una situación desahogada”. La puerta de entrada para acceder a la terapia es el servicio de atención legal por los problemas hipotecarios que sufraga la Embajada de Ecuador.

El especialista reconoce que “no hay costumbre entre el colectivo de inmigrantes de acudir al psicólogo porque lo asocian a una enfermedad mental”. Su labor se centra en “trabajar en el estado de ánimo”. Hay una sensación de “frustración, rabia, depresión y baja autoestima” porque “tenían un plan de superación y ya no queda nada, vinieron a triunfar y sienten que han fracasado”. Por eso resulta fundamental enfocarse en cómo superar “la pérdida”. Para esto los quince terapeutas que atienden en Madrid, Valencia, Barcelona, Alicante, Murcia, Almería, Sevilla y Málaga efectúan un plan de trabajo individual a lo largo de un mes y luego realizan un análisis de su evolución.

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A García le sorprende que los menores “no aparezcan nunca por las consultas”. “Los excluyen y no les explican la situación”, añade. Por eso, en su opinión, “lo importante es trabajar desde la escuela de padres para motivarles a mantener conversaciones francas con sus hijos”.

Es común que el problema económico derive en un problema familiar. A Lourdes N. su cónyuge la abandonó cuando le notificaron que subastarían el piso por el que adquirió una hipoteca de 186.000 euros. “Mi marido desapareció del mapa. Me dejó sola con dos hijos y una deuda impagable”, comenta entre lágrimas. El profesional está acostumbrado a escuchar estos testimonios: “las mujeres dan el primer paso para recibir asistencia y en las consultas relatan cómo el hombre ha roto la relación. Se producen situaciones de abandono de hogar y abuso del alcohol y drogas”. (I)