Daría la impresión de que la derecha política se halla inmersa en una agria disputa de liderazgo y que cada quien por su cuenta, Guillermo Lasso y Jaime Nebot, pretenden acumular fuerzas mediante alianzas muy extrañas para presentarse como mejor opción que la otra. La semana pasada ambos bandos mostraron nuevos aliados: Lasso presentó a Macarena Valarezo, Vicente Taiano, Franco Romero, Blasco Peñaherra; Nebot a César Montúfar. Mientras el primero configura el llamado Compromiso Ecuador, con la aspiración de reunir 150 aliados, Nebot aparece como la figura más importante de la denominada Unidad. En los dos casos alianzas muy extrañas. Lasso ha juntado a personajes tan disímiles en términos ideológicos como el coronel Fausto Cobo –exleal de Lucio Gutiérrez– hasta Betty Amores, Fernando Villavicencio y Franco Romero. Lo mismo ocurre con Nebot: alrededor suyo están figuras tan diferentes como César Montúfar, Paúl Carrasco, el tan controvertido Ramiro González y hasta los hermanos Gutiérrez, invitados de honor al acto especial por las fiestas julianas de Guayaquil. Indiscriminadas mezcolanzas en los dos casos.

Ambos frentes muestran a dos dirigentes de la derecha guayaquileña con enormes capacidades para sumar apoyos. Antes todos huían de la derecha, hoy todos quieren estar cobijados por ella. Personajes como Betty Amores o Fernando Villavicencio, o el nacionalista Fausto Cobo, o Alberto Molina, no encuentran dificultades para concertar con Lasso, un exbanquero, miembro del Opus Dei, con ideas liberales en lo económico y político, y posturas morales y religiosas muy conservadoras. Vivimos una resaca ideológica provocada por la revolución ciudadana: muchos grupos que quieren combatir a ese proyecto autoritario y personalista, tránsfugo en términos ideológicos, por haber maltratado y despreciado a tanta gente, solo reconocen fuerza en los liderazgos de la derecha. ¿Será una nueva derecha? ¿Cuál es el espacio de convergencia de esas fuerzas alrededor de Lasso y Nebot? ¿Hay algún vínculo más allá del anticorreísmo? Si se sumaran todas las fuerzas que aglutinan las dos derechas, casi todo el espectro político del país se habría nucleado alrededor suyo. ¡Cambio de época!

Pero el enfrentamiento y la disputa de liderazgo está sobre el tablero electoral. La candidatura de Cynthia Viteri fue un desafío abierto lanzado por Nebot a Lasso. Jugada extraña de comprender, salvo si su objetivo es ahondar la división. Viteri es una candidata débil como para creer seriamente en su éxito, pero lo suficientemente fuerte como para golpear a Lasso en Guayaquil y la Costa. Si Lasso genera tantas dudas respecto de sus fortalezas electorales, hoy las genera más, a pesar de lo cual sigue siendo más fuerte que Viteri. En el juego de disputa de la derecha han entrado todos los aliados de cada bando. Han potenciado las posibilidades globales de la derecha, pero al mismo tiempo ahondan la división. Quizá cada bando apuesta a llegar a la segunda vuelta para sumar entonces el apoyo del otro. Pero este juego a doble banda puede tener como efecto perverso llegar con dos candidaturas golpeadas entre sí, y sin los votos suficientes para evitar un eventual triunfo del binomio oficialista –Moreno y Glas, que luce fuerte en los números– en primera vuelta por la famosa regla del 40-10. ¿A qué está jugando la derecha? (O)