Con sondeos que hablan de una mínima ventaja o de un empate técnico Hillary Clinton, de 68 años, y Donald Trump, de 70, se enfrascan en una dura lucha que acabará el martes 8 de noviembre, cuando los estadounidenses acudan a las urnas para elegir a su nuevo presidente.

Ambos ya intercambiaron insultos desde puntos opuestos del país el pasado viernes, llevando su pelea al campo de batalla de estados rivales y retratando contrastantes visiones de lo que debería ser EE.UU.

Tras su aceptación de la investidura como la primera mujer candidata a la presidencia de uno de los grandes partidos (Partido Demócrata), Clinton arrancó su lucha por la Casa Blanca con un acto en Filadelfia antes de embarcarse en una gira en ómnibus por los estados del cinturón industrial de Pensilvania y Ohio.

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En tanto, en Colorado, un estado clave del oeste, su rival del Partido Republicano prometió “no (ser) más Sr. Bueno”, tildando el discurso de aceptación de Clinton como mediocre, llamándola mentirosa y prometiendo poner fin a la migración de refugiados sirios.

Cinton ya ha descrito a Trump como una amenaza para la democracia, y busca atraer a los republicanos moderados ahuyentados y apuntalar una coalición con progresistas con la izquierda de su partido.

Las confrontaciones entre ambos van en varios temas como migración o diplomacia. El terrorismo es la referencia preferida de Trump en cuanto a seguridad nacional y el grupo Estado Islámico es su objetivo. Ha prometido hacerlo desaparecer y rápidamente. Además de que podría abstenerse de defender a ciertos países miembros de la OTAN contra ataques externos en caso de que no cumplan sus compromisos financieros.

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Clinton lo acusa de infundir miedo y denigrar a los militares de EE.UU. También promete mejorar el acceso a la educación y la salud pública.

La filtración de correos de WikiLeaks, en los que se difundía que la presidenta del Comité Nacional Demócrata pudo haber influenciado para que Clinton sea la vencedora en las primarias, empañó la campaña de la candidata demócrata.

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Trump, que nunca ha tenido un cargo público, agarró la noticia para atacarla e incluso pidió a los hackers que divulguen más cosas de la ex primera dama y exsenadora, aunque luego dijo que había sido irónico.

Una fuente anónima afirmó al The New York Times que la filtración tendría su origen en los servicios de inteligencia rusos.

Mientras, Clinton arma su campaña para tratar de ganar votantes de la clase obrera, la espina dorsal de la base electoral de Trump, criticándolo por tener buena parte de sus inversiones en el extranjero.

Expertos pronostican que “la parcialidad negativa” –votar en contra de un candidato– jugará un papel primordial en esta elección. (I)

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