Ella es una mujer arriesgada a la que no le asusta hacer saltos de hasta 7 metros de distancia trepada en una bicicleta de montaña o dominar las olas de una marejada o sumergirse en el océano y nadar junto a los tiburones, ya que a más de ser aficionada a los deportes, disfruta de la libertad y el contacto con la naturaleza.

Vivir haciendo lo que le gusta sin quedarse con las ganas de intentarlo resume la filosofía de vida de Alberta Vallarino Pérez, guayaquileña de 42 años que reside en Los Ceibos y tiene dos locales en Samborondón, de Kangoo Jumps, marca a la que representa legalmente y de la que es distribuidora oficial.

A pesar de una imagen de mujer fuerte, con un cuerpo definido y musculoso y un tono de voz grave, es una mujer sencilla y descomplicada, que disfruta de los deportes extremos, la playa y la independencia.

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Alberta cuenta que ese espíritu libre e impulsivo lo desarrolló desde niña, debido al ambiente en el que creció, que le permitía salir por su cuenta a vivir aventuras.

A pesar de vivir en Guayaquil junto con sus cuatro hermanos, entre ellos su hermana gemela, Roberta, todos los feriados, fines de semana y vacaciones, las pasaba en Manglaralto, Santa Elena.

Allí las aventuras de treparse a un árbol, meterse al mar o recorrer los pueblos de Olón, San Pablo o Montañita en bicicleta, eran diarias.

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Su empatía con el mar la hizo interesarse en aprender deportes acuáticos. Fue así como a los 12 años comenzó a practicar bodyboard, que en un inicio se conocía como mori buggy, que es una variante del surf en el que se utiliza una tabla más pequeña y unas aletas que ayudan a que la persona se deslice por el pico de la ola.

Ella cuenta que se convirtió en una de las primeras mujeres bodybordistas en participar en los campeonatos que se organizaban internamente en Montañita.

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Alberta se sentía tan identificada con la forma de vida simple que tenía en este balneario que decidió cursar primer curso en el colegio fiscal de Manglaralto.

Como siempre le ha gustado lograr las cosas por sus propios medios, durante ese año incluso consiguió un trabajo arando la tierra en una finca, cerca de su casa.

Allí, trepada en un tractor al que ella le decía ‘cuadrón’, hacía su trabajo y se ganaba su propio dinero. “El dueño del lugar me dejaba utilizarlo como medio de transporte para donde sea que iba, incluso cuando iba a hacer bodyboard lo conducía por la arena”, dice.

Luego reemplazó este medio de transporte por un caballo que le regalaron a su hermana mayor. Es así como trepada en el lomo del animal, sin montura, cabalgaba hasta el mar, todos los días a las 05:00, lo amarraba a un mangle que había en la mitad de la playa, cogía su tabla y se ponía a dominar las olas.

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Su amor por el buceo se dio de una manera inesperada, luego de que un amigo la llevara a ella y a una de sus hermanas a practicarlo por primera vez. “Yo nunca había buceado, pero al ponerme el traje tuve ganas de lanzarme al mar y me dejé llevar por las maravillas del océano, regresé a la lancha 45 minutos después, todos lloraban pensando que me había ahogado y yo estaba feliz”, cuenta sonriendo.

Al terminar el colegio, Alberta decidió tomar un año sabático viviendo en Manglaralto nuevamente. Continuó buceando hasta que a los 21 años tuvo la oportunidad de hacer un segmento para un programa de niños que se transmitía por Ecuavisa.

Luego de ese periodo comenzó sus estudios en zootecnia en la U. Católica de Guayaquil. Ya en su último año de carrera fue parte de un proyecto para la Fundación Natura que consistió en mejorar la raza de las cabras de Chongón y Colonche y así obtener mejor calidad en los productos que se generaban.

Practicando buceo conoció a Luis Alberto Amador, con quien se casó y tuvo dos hijos Luis, de 16, y Daniela, de 13. Hace dos años, luego de 15 de matrimonio, se divorció.

A pesar de su afición por los deportes, Alberta se dedicó a ser mamá a tiempo completo, ya cuando su hija cumplió dos años, retomó el ejercicio yendo al gimnasio.

Con el afán de vincular a sus hijos con su faceta atlética un día compró bicicletas para toda la familia, allí, en la tienda, conoció a una persona que la invitó a hacer cross country, que son paseos largos en bicicleta, de esos que duran hasta 5 horas, desde ese momento ya no pudo desligarse del ciclismo.

Un año después, invitada por otro amigo, empezó a practicar ciclismo de montaña en una pista llena de saltos, obstáculos y elevaciones en el Country Club, lugar al que continúa yendo con regularidad. “Lo que más me gusta al practicarlo es la adrenalina que siento, literalmente vuelo por unos, me siento libre”, dice.

Hace tres años fue vicecampeona nacional en un torneo de ciclismo de montaña organizado por el Country Club.

A la par del ciclismo, Alberta emprendió Amarino S.A., un negocio de catering que comenzó como algo pequeño y con el que terminó dándole servicio diario de almuerzo a 1.500 personas.

Sin desligarse de su trabajo en la cocina, que es otra de sus pasiones, ya que ella era la encargada de preparar los almuerzos, continuó dedicada al ciclismo de montaña.

El negocio crecía y las habilidades en la bicicleta aumentaban, hasta que a los 32 años, luego de un chequeo regular, le diagnosticaron cáncer al útero nivel 4.

“Esta etapa de mi vida fue terrible, no sabía si iba a sobrevivir, no quería desmoronarme ni que me vieran débil porque yo nunca he sido así, por eso no dejé de luchar hasta sanarme”, cuenta.

Luego de la extracción del útero a la que fue sometida, siguió, por año y medio, un tratamiento natural a base de hierbas, nunca quiso someterse a la quimioterapia.

“Esta etapa cambió mi vida, me hizo darme cuenta que uno tiene que vivir haciendo lo que le gusta”.

De esta manera vendió el negocio de catering y en el 2012, aconsejada por un amigo, invirtió el dinero en la marca Kangoo jumps. “Yo compré los zapatos en Estados Unidos por novelera, al usarlos mi interés aumentó porque a mí nunca me ha gustado correr y con los zapatos era diferente, sentía ganas de hacerlo”.

Es así como, luego de enviar una carta a la empresa de la marca a Suiza, en la que expresaba su interés por representar la marca y convertirse en la distribuidora oficial, aceptaron su propuesta debido a su currículum deportivo.

Ahora Alberta, quien está certificada por la marca como trainer de kangoo, tiene tres lugares destinados a este entrenamiento. Uno en el World Trade Center (av. Francisco de Orellana), otro en el km 5 de la avenida Samborondón y el tercero en Sambocity, km 12. (I)

Dicen de ella
Desde chica siempre ha conseguido lo que se ha propuesto, es una hija muy amorosa, responsable y comunicativa, recta en todo lo que hace y excelente madre”.
Isabel Perez
Mamá