Nada ni nadie puede con el presidente Recep Tayyip Erdogan, el indomable ‘sultán’ de Turquía, tan admirado como detestado.

Para sus partidarios es el hombre del milagro económico y las reformas. Pero también se ha convertido en los últimos tres años en la figura más criticada. El jefe de la oposición, Kemal Kiliçdaroglu, lo acusó de querer “restablecer el sultanato”.

El lujoso y gigantesco palacio de $ 550 millones en el que se instaló hace casi dos años en las afueras de Ankara se ha convertido en el símbolo de su “delirio de grandeza”.

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Creció en el barrio popular en Estambul, donde fue educado en un colegio religioso y más tarde fue vendedor ambulante.

A mediados de 2013, más de 3,5 millones de personas pidieron en las calles su dimisión reprochándole su mano de hierro y su política cada vez más islamista. Erdogan respondió con una represión severa. Siempre se burló de quienes lo llaman ‘dictador’, pero persigue ante la justicia por ‘insulto’ a todos los rivales, periodistas o simples ciudadanos que lo cuestionan.

El escritor turco Orhan Pamuk y premio Nobel de Literatura había denunciado el ambiente de ‘miedo’ en Turquía bajo el gobierno de Erdogan y las presiones sobre la libertad de la prensa. (I)