El debate sobre la realidad venezolana hace mucho tiempo excedió la racionalidad e ingresó en un campo de especulación del absurdo. Hace unos días el canciller de un país como Uruguay con una larga tradición de respeto institucional y jurídico tuvo que admitir que Maduro debe presidir el Mercosur a pesar de las deficiencias y graves faltas a los derechos humanos porque tiene aún una “democracia autoritaria” donde aún se respetan algunas normas. Este oxímoron está a la par de la decisión del Mercado Común del Sur de excluir a Paraguay en el 2012 por cuestiones aún menores y aprovechar para hacer ingresar a Venezuela por la ventana. Aquella vez, entre Mujica –el presidente– y su canciller Almagro –hoy secretario de la OEA– afirmaron muy sueltos de cuerpo que excluir al Paraguay era una cuestión discutible desde el punto de vista jurídico, pero sostenible en el plano político. Creo que en esa ocasión ya la “doctrina uruguaya” estaba orientada a permitir todo aquello del que fuera nuestro amigo y ser intolerante con quien no lo fuera.

Este es un precedente nefasto para la consolidación de los bloques y claramente le hace una herida más al Mercosur que, desde que se convirtió en baza política y no en mecanismo de integración cultural y económica de sus miembros, ha jugado cada vez más un rol ambivalente y absurdo.

No quieren aplicar la cláusula democrática a un país que claramente ha dejado de actuar como tal. Al desconocimiento del Congreso opositor se le suma la detención de los opositores, una absoluta domesticación del poder judicial y una condición límite a su población hambreada y hostigada. Cuando le dicen a los que presumen de respetar la Constitución de convocar a un referéndum y sabiendo de antemano el resultado, manipulan al poder electoral y encuentran sospechosamente que hay varios cuyos números de identidad no coinciden. En realidad, no quieren una convocatoria popular porque saben que mayoritariamente les dirán que se vayan.

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Con mecanismos internos cada vez menos escuchados y valorados, con una comunidad internacional apática y cómplice están empujando a Venezuela a una salida por la fuerza, que podría dar amplio margen para el retorno del militarismo al área de las soluciones o problemas mayores. Maduro lo sabe, por eso endulza los oídos de sus jefes militares y claramente después sabremos por qué otras razones crematísticas además de eso.

No debemos llorar después por lo que pueda pasar en la región cuando ni el Mercosur, Unasur o la OEA fueron capaces de actuar como debieron y se contentaron con la doctrina uruguaya de la “democracia autoritaria” para hacerle la cama a los que resolvieron por la fuerza lo que no pudo la razón. (O)

Con mecanismos internos cada vez menos escuchados y valorados, con una comunidad internacional apática y cómplice están empujando a Venezuela a una salida por la fuerza que podría dar un amplio margen para el retorno del militarismo al área de las soluciones o problemas mayores.