Con las manos no solo siente, también ve. Identifica a las personas con quienes comparte a diario por el tono de voz y con tan solo palpar sabe cuál es su ropa y demás pertenencias. Practica gimnasia para mantenerse activa. Le gusta conversar, los dulces y estar alegre. En el rostro se dibuja una sonrisa cuando se le pregunta cuál es su secreto para haber llegado a los 107 años de vida.

“No tengo secreto”, comenta Persida Grimanesa Falcónez Castro o Grimita, como la llaman cariñosamente en el centro asistencial gerontológico Publio Vargas Pazzos, regentado por la Sociedad de Beneficencia Manabita, en el norte de la ciudad. Allí, hoy recibirá un agasajo por su cumpleaños. El pasado fin de semana recibió la visita de su familia.

Sentada en el patio del centro gerontológico, donde reside desde hace tres años, recuerda su juventud, los pasillos y valses que entonaba con la guitarra y el moro de fréjol y lenteja que le gustaba preparar a su familia.

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Ha perdido la visión con el paso de los años. Delicadamente toca a quien está a su lado y mueve ligeramente la cabeza para escuchar con el oído izquierdo. “Me siento bien”, dice doña Grimita que nació el 12 de junio de 1909 en Chone, Manabí. De madre colombiana y padre ecuatoriano. Es la mayor de cuatro hermanos.

Con un poco de dificultad al hablar señala que se crio en Guayaquil, donde se casó a los 28 años con Flavio. “Con velo y corona, gracias a Dios y a la virgen”, agrega. Es madre de cuatro hijos, once bisnietos y más de treinta tataranietos.

“Era laboriosa, hacía muchas cosas con mis manos (...) Tocaba lindo la guitarra en las fiestas, estaba soltera”, señala Grimita al recordar que una maestra de música le enseñó cuando tenía 20 años.

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Recuerda que no tuvo muchos novios, solo don Flavio, quien según sus cálculos falleció hace unos 20 años. Dice que recibió cuando era joven cartas de pretendientes, pero que ella rechazó. “Las (cartas) botaba como pelotas”, señala. Su expresión provoca risas entre quienes escuchan su conversación amena.

Cuando se despierta, Grimita lo que primero que hace es rezar. Le dedica entre 15 a 20 minutos. Parte de su rutina es practicar ejercicios. Le gustan los masajes y no se queja de dolores. La mañana del pasado martes mostró parte de la rutina que realiza para mantenerse activa. Bajo la guía de la terapista física Patricia Mendoza realizó ejercicios de manos y estiramiento.

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También compartió la receta de cómo preparaba el pan de yuca para el desayuno, la carne y el moro de lenteja y fréjol entero que le gustaba comer. Le encanta, además, el cangrejo, con arroz y ensalada. (I)