Con alegría y algarabía un grupo conformado por unos 40 venezolanos departían el sábado pasado en la celebración de un cumpleaños en la etapa La Marina, de la urbanización Ciudad Celeste.

Reunirse entre compatriotas casi todos los fines de semana se ha vuelto una costumbre para los venezolanos que viven en Samborondón, vía a Salitre-Daule y en La Aurora (Daule). “No todos coincidimos en las fiestas por horarios de trabajo, pero todos nos llevamos muy bien”, asegura Alejandro Alvarado, venezolano residente de la urb. Marina Dor Park, en el km 10,5 en la vía a Samborondón-Salitre.

En la vía referida, las avenidas Samborondón y León Febres-Cordero (Daule) viven unos 200 venezolanos, que en su mayoría han llegado durante los últimos cinco años, unos por oportunidades laborales, otros en busca de mejores condiciones económicas y huyendo de la inseguridad de su país, según dicen. Entre el 2009 y el 2014, según el Instituto Ecuatoriano de Estadística y Censos (INEC), Ecuador recibió a 366.389 venezolanos. Solo en el periodo 2013-2014 ingresó el 60,4% de ese total.

Publicidad

Venezuela enfrenta inseguridad, crisis económica y escasez de alimentos que han aumentado durante los años del gobierno socialista del presidente Nicolás Maduro, que asumió el cargo en el 2013, luego de que falleció el presidente Hugo Chávez.

Cifras del INEC revelan que en 2014, de los 119.763 venezolanos que ingresaron al país alegando turismo, el 44,2% estaba en edades productivas de 25 y 39 años; el 23% eran profesionales, científicos o intelectuales; mientras que un 17% era personal de apoyo administrativo.

Quienes viven en el sector aseguran que se han quedado aquí por la seguridad, comodidad y la cercanía a sus lugares de trabajo, que en su mayoría son oficinas ubicadas en Guayaquil. Durante sus reuniones conversan, bailan merengue y salsa, y degustan su comida tradicional, platos como tequeño ( dedito de queso), y arepa, una tortilla de maíz rellena de queso, jamón y fréjol, pollo, pescado, carne, entre otros.

Publicidad

No todos se integran en fiestas y reuniones en las casas, otros lo hacen jugando béisbol en las canchas de Miraflores y Kennedy, en el norte de Guayaquil. Este deporte es el más popular en Venezuela.

Alejandro es uno de los jugadores, tiene 48 años y es oriundo de Valencia, capital del estado Carabobo. Llegó al país hace tres años, tras estudiar otras posibilidades. “Vi Panamá, Estados Unidos, y lo que más me gustó fue Ecuador y el sitio donde vivo ahora por el clima y la seguridad”, señala. Él era comerciante automotriz, vendió todo lo de su negocio, su casa y gran parte lo invirtió en la educación en Ecuador de sus hijas, Daniela y María Alejandra, dos de tres descendientes; la otra es Jomaili. “Quería que encontraran una universidad estable en la que pudieran prepararse. Acá además hay más seguridad, allá te matan por tener y no tener, aparte los problemas de escasez de alimentos, ya que puedes tener mucho dinero, pero igual no puedes comprar. Aquí hay alimentación, hay de todo, se come bien y con poco, para mí eso es importante, yo me siento satisfecho y muy cómodo”, dice.

Publicidad

Es graduado en Administración y trabaja de gerente general de una empresa de insumos agrícolas, un área en la que nunca había laborado. Dice que con su trabajo tiene para cubrir las necesidades básicas como el arriendo de la casa, educación y salud, aunque sus ingresos mensuales son menores a los que recibía en Venezuela. “Obtenía en dólares aproximadamente unos 4 mil o cinco mil, aquí gano unos tres mil, pero tengo tranquilidad”, afirma.

Él llegó al país primero con Daniela y María Alejandra, las dejó en una casa y estudiando, se fue y regresó de nuevo después de casi un año, luego vino su esposa, Omayra Vargas, con su otra hija.

María Alejandra, de 23 años, califica como “muy duro” haber abandonado el país, pero ahora aspira a quedarse aquí, terminar su carrera de abogada, trabajar y tener hijos y familia en Ecuador. “El país (Venezuela) no va a mejorar todavía y pasarán algunas décadas. Sin embargo, todos podemos poner un granito de arena, desde afuera también lo podemos hacer, estudiando, preparándonos. Vine a crecer profesionalmente, a tener estabilidad laboral y tener una mejor calidad de vida”, asegura.

No obstante, dice que tiene un poco de incertidumbre por la situación económica en Ecuador. “Hay cosas que se están haciendo que ya las viví en Venezuela”, señala María Alejandra.

Publicidad

Jorge Ramírez tiene 26 años y vive en Las Riberas, llegó al país el pasado 27 de enero con la misma expectativa de Alejandro y María Alejandra. “Nosotros los jóvenes allá no podemos pensar en un futuro, yo creo que aquí hay más oportunidades”, manifiesta.

Considera que aunque la situación económica de Ecuador “tiene unas complicaciones” está estable y hay oportunidad para laborar, pues en el primer mes que llegó al país encontró trabajo en un centro comercial del sector. “Yo aquí mensual puedo ganar lo que sería una liquidación por cuatro años de trabajo en Venezuela, allá ganaba, en dólares unos 80, aquí 400”, dice.

En el mercado negro venezolano un dólar americano es pagado a 1.055,56 bolívares. En 2003 se implantó un control de cambio fijo que se estableció en VEF, es decir el código de divisas en bolívares en 1,60/US$ y se creó la Comisión de Administración de Divisas. Desde que se instauró el control de cambios se han llevado a cabo cinco devaluaciones oficiales. VEF 1,92/US$. (2004),VEF 2,15/US$. (2005), VEF 4,3/US$ (2010),VEF 6,3/US$ (2012),VEF 10,0/US$ (2016), según indica Jorge Calderón, decano de la facultad de Economía de la UEES.

Jorge Ramírez llegó al país con la asesoría de su novia Yomaili, hermana de María Alejandra. “Ahorré dinero desde hace mucho tiempo para vivir acá”, explica Jorge.

Adioli Alonso, del estado Aragua, llegó al país por un empleo que consiguió su esposo. “Decidimos venir porque aunque económicamente estábamos bien la inseguridad era terrible”, indica.

Tiene 40 años, vino al país hace cinco años y vive en el sector desde hace dos. Reside en la urbanización Volare, un sitio donde se siente cómoda y además tiene una gran cantidad de clientes. Ella vende a domicilio postres, tortas, empanadas y arepas. “He ido creciendo. Aquí nos han recibido muy bien, la gente es cálida, receptiva”, dice emocionada. Explica que en Venezuela comercializaba lo mismo, lo único nuevo que ha implementado en Ecuador es la masa congelada para elaborar las arepas. “Sueño con tener un local aquí”, indica.

Iruma Rea llegó a Ecuador con su esposo Gustavo Alonzo y sus tres hijos hace cuatro años por motivos de trabajo. La compañía en la que trabaja Gustavo lo envió a Ecuador y escogió su residencia en Samborondón por la seguridad. “Es muy tranquilo, me gusta”, afirma. Dice que le sorprende que en el sector hay una comunidad de venezolanos “grande”, que va creciendo cada año. “Yo conozco unas quince o 20 familias”, señala. (I)

Samborondón es un lugar de tranquilidad y seguridad para vivir. Ecuador es para mí un sitio de esperanza y oportunidad. Haré todo el sacrificio para hacer mi vida aquí con mi familia”.Alejandro Alvarado, Venezolano