Son nueve las zonas identificadas por el Municipio de Guayaquil como seguras en la ciudad ante desastres: las explanadas de los estadios Monumental y Alberto Spencer, la cancha Los Cuatro Mosqueteros, la Plaza de la Administración y los parques Samanes, Stella Maris, Centro Cívico, Multipropósito y Metropolitano.

Estos lugares también los detalla la Secretaría de Gestión de Riesgos. Los puntos se seleccionaron de acuerdo con cinco parámetros: seguridad perimetral, servicios básicos, seguridad en espacios, fácil conexión a servicios de agua potable y saneamiento para armar campamentos y acceso directo para equipos de logística, explica Juan Ramírez, director de Gestión de Riesgo del Cabildo.

No obstante, pocos fueron los guayaquileños que acudieron a esos sitios luego del terremoto del 16 de abril y de las dos réplicas de magnitud 6,8 del miércoles pasado. El primero ocasionó daños en 263 estructuras en la ciudad y el colapso de un viaducto, según el informe de la Corporación para la Seguridad Ciudadana (CSCG).

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Cuando empezó el terremoto, Iván López salió de su hogar y vio cómo se balanceaban los postes de alumbrado público que están en los alrededores del parque del Centro Cívico, del lado de Venezuela, entre Pedro Moncayo y Pío Montúfar.

“Yo cogí a mis hijos y crucé a la vereda del parque, pero temía que colapsaran los postes. Por eso nos regresamos a nuestra cuadra, a la vereda de un terreno vacío”, recuerda,

Él y otros vecinos coinciden en que no irían al parque por los postes y por los árboles frondosos que podrían caer. López agrega que tampoco podrían si ocurre un sismo pasadas las 21:00, porque cierran el parque y no todas las puertas permanecen abiertas en el día.

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Esta área cuenta con espacios como el parqueadero, la explanada y una zona donde se podrían concentrar los moradores de esa zona del sur.

Mariana Negrete, residente de la ciudadela Sopeña, cuenta que el día del evento todos salieron corriendo de las canchas y así como ella buscaron refugio en otro parque, más pequeño y con pocas áreas verdes.

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En cambio, Alexandra Carrera, de Samanes 7, dice que ella buscó el triángulo de la vida y que no salió porque los postes y los cables de la calle se movían como ‘abanicos’. Y por cerca de un mes ella durmió en el piso, junto a la cama, pues si se presentaba otro sismo se quedaría en ese triángulo.

Ramírez sostiene que ningún país del mundo está preparado para un sismo. “No sabemos en qué magnitud ni qué intensidad. Pero sí debemos estar preparados para dar una respuesta oportuna para ser resiliente, es decir, para soportar el impacto y después recuperarse en una forma segura”, señala.

Y en eso han trabajado, afirma el funcionario, en los siete simulacros que se han realizado en la ciudad, los últimos cinco de manera consecutiva.

Justamente, el simulacro de noviembre del 2015, el Cabildo eligió un sismo de magnitud 7,8, frente a las costas de Manabí. Y esto no es casualidad, asegura Ramírez. El evento coincide con el registrado el pasado 16 de abril, por información proporcionada por el Instituto Geofísico.

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“Ellos dentro de sus modelaciones nos indicaron que lo que podría ocurrir en la costa es un sismo de 7.8 y que deberíamos prepararnos de esa forma”, indica Ramírez. Y tal como en el simulacro, el Comité de Operaciones de Emergencia cantonal se activó dos horas después del evento, agrega el funcionario.

Estos simulacros han mejorado el nivel de coordinación entre instituciones, porque cada año se involucran más entidades. Además, se definieron puntos de abastecimiento y diez albergues. Lo que se debe fortalecer, dice, es la participación de más empresas.

A la CSCG han llegado más de 400 solicitudes de inspección luego del terremoto. De esas, 166 ya fueron revisadas, 136 corregirán fallas, 43 tienen daños estructurales y otras están abandonadas. (I)