Casi todas fueron seleccionadas de Ecuador o de sus provincias cuando eran veinteañeras y quizás hasta menos. Nunca colgaron las camisetas, todas siguieron jugando básquetbol, unas en competencia, otras por salud o simplemente porque llevan este deporte en la sangre; casi siempre entre ellas porque se conocen desde hace años.

La mayoría está entre los 50 y los 65 años y acaban de obtener para Ecuador sendas medallas de plata y de bronce en el IX Panamericano de Maxibaloncesto, que se desarrolló en Costa Rica, en abril de 2016.

El campeonato fue organizado por Fimba, organización mundial que congrega y regula la práctica del básquetbol para veteranos o leyendas retiradas. Participaron en varias categorías basquetbolistas de Chile, Uruguay, Argentina, México, Perú, Costa Rica, Venezuela y como invitados, Croacia, Rusia y EE.UU.

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Por Ecuador fueron 96 basquetbolistas en ocho equipos, cinco de mujeres y tres de varones. En masculino participaron las categorías, 60, 55 y 50 años; y de mujeres 60, 55, dos equipos de 50 y uno de 40.

El equipo femenino de 60 ganó medalla de plata, después de Argentina y Brasil, y el equipo, también femenino de 55, obtuvo medalla de bronce, después de Perú y Argentina.

Ellas fueron Victoria Piedrahíta, Amparo Quintana, María Elena Moreno, María Arroyo, María Eugenia Vinueza, Jenny Carpio, Olga Luzuriaga, Angelita Hernández, Beatriz Lazo, Teresa Jauch, Marjorie Cervantes y Patricia Flores.

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Orgullosas, con su medalla al cuello y con sus diplomas, estas mujeres que son madres, abuelas y profesionales (todas están activas ninguna es jubilada), coinciden en que fue una experiencia maravillosa su participación en el Panamericano.

Desde el coliseo del antiguo club del Banco Central, en la avenida Kennedy, cuentan que una vez que se enteraron de la convocatoria, en octubre pasado, comenzaron a entrenar cuatro días a la semana. Sábados y domingos en el coliseo del antes club del Banco Central y los otros días en el coliseo de la Fundación Honorato Haro o en el San José La Salle, donde alquilan esos espacios para poder entrenar.

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Cuentan que mientras equipos de otros países estaban auspiciados por Adidas, Movistar, contaban con médicos, ellas tuvieron que pagarse todo, que fueron 1.500 dólares por persona, incluidos boletos aéreos, hotel y alimentación. También hicieron rifas, bingos y festivales de comida criolla para recaudar algo.

“Realmente todas hicimos sacrificios para poder ir y costearnos todo”, dice Amparo Quintana, de 64 años, exseleccionada de Los Ríos y funcionaria de la Dirección de Aviación Civil.

“Nosotros no recibimos ayuda de nadie, nos mantenemos por autogestión, viajamos de nuestro bolsillo, lamentablemente la federación (Federación Deportiva del Guayas), no tiene recursos para nosotros”, dice Flavio Zavala, representante de Fimba Ecuador, que acompañó a los equipos.

Zavala dice que el actual ministro del Deporte, Javier Enderica, “prometió ayudarnos después que nos visitó porque dijo que valora mucho que a esta edad hagamos deporte, el esfuerzo de entrenar todos los días, no es fácil sacrificarse todos los días, cuando éramos muchachos era otra cosa, ahora duelen las articulaciones, hay que dejar muchas cosas de lado, pero lo hacemos porque amamos el deporte y porque queremos representar bien al Ecuador”.

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El representante de Fimba, también basquetbolista, dice que eventualmente se cuenta con médicos, “amigos que se les pide un favor”, y que viaja con los equipos un fisiatra, “que siempre nos da la mano”.

“La diferencia con equipos de otros países es abismal. Argentina, Brasil, Puerto Rico y Estados Unidos reciben una asignación anual para sus jugadores porque son de alta competencia. No somos un grupo de personas queriendo jugar básquet, nosotros ya hemos jugado”, prosigue Zavala, quien añade que cuando fueron al primer campeonato mundial en el 2007 fueron auspiciados por Movistar, “luego nos mandaron una carta de felicitación por la participación y diciéndonos que ya no podían auspiciarnos porque acababan de firmar un contrato con la Liga de Quito, porque este es un futbolizado, hay que reconocerlo”.

María Eugenia Vinueza, a quien le dicen Cuca, se integró al grupo de mujeres basquetbolistas recién para este campeonato. Ella no fue seleccionada del Guayas, sino de su colegio, Las Mercedarias, pero se animó a unirse y, aún sorprendida, cuenta que era un problema entrenar porque, además de que ellas pagaban, donde iban las canchas estaban ocupadas. “Nunca pensé que eso podía pasar con una selección de Ecuador, mendigando una cancha, eso me chocó”, dice ella, de 55 años, empresaria, que por lo demás le encanta el grupo y ha hecho amistades. Sus compañeras dicen de ella que fue la revelación, ya que se convirtió en la mayor encestadora de la categoría 55 años en el Panamericano.

Jugadoras de Manabí, como María Elena Moreno y Angelita Hernández, deben viajar todos los fines de semana para entrenar con el grupo, y lo hacen de buen gusto, porque como dice Victoria Piedrahíta, 63 años, “volvemos a ser adolescentes”.

“Cuando jugábamos por Guayas y Ecuador nos pagaban todo, solo teníamos la preocupación de entrenar y jugar bien, ahora todo es autogestión, pero a nivel personal es una satisfacción, es maravilloso, seguimos porque el baloncesto lo llevamos en la sangre”, dice Victoria, exseleccionada de Guayas y Ecuador, directora de Deportes del IPAC.

Los inconvenientes no les bajan los ánimos. “Durante el Panamericano me di cuenta de que no hay edad mientras tú goces de salud y te guste el deporte. Ver a personas de 75 años jugando básquet fue muy motivador”, dice Amparo Quintana. Con Amparo coincide Marjorie Cervantes, que dice: “Me dio mucha emoción y ternura ver jugar a personas de casi 80 años, y es alentador para seguir, más ahora que queremos prepararnos para el Mundial en Italia, en junio del 2017”.

Andrés Aparicio, el técnico, de 33 años, dice que ha trabajado con niños, adolescentes, jóvenes y que esta es la primera vez que dirige a mujeres adultas. “Fue una experiencia muy enriquecedora, tanto en lo personal como en lo profesional”,(I)

“Nosotros no recibimos ayuda de nadie, nos mantenemos por autogestión, lamentablemente la federación no tiene recursos para nosotros.Flavio Zavala, dirigente

“Durante el Panamericano me di cuenta de que no hay edad mientras tú goces de salud y te guste el deporte. Ver a personas de 75 años jugando fue motivador.Amparo Quintana, jugadora, 64 años