La colaboración, en muchos casos fue anónima. En otros, anunciada por redes sociales o en comunicados oficiales. Pero en todos tuvo una coincidencia: llegó de forma masiva, en millonarias donaciones en efectivo, en productos o servicios.

La empresa privada fue un pilar fundamental en la asistencia a los damnificados por el terremoto del pasado 16 de abril. Las cadenas de supermercados enviaron camiones de víveres no perecibles, como aceite, azúcar o arroz, hasta los centros de acopio del país. Las atuneras donaron toda una producción y las fábricas de agua hicieron lo propio durante semanas; los fabricantes de colchones a más de donar daban a precio de costo el producto para quienes compraran para los afectados.

Pablo Arosemena, presidente de la Cámara de Comercio de Guayaquil, dice que su gremio puede dar fe de la solidaridad de los comerciantes guayaquileños porque desde el domingo 17, un día después del desastre, desde las 07:00 comenzaron a llegar a la entidad productos.

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A través de fundaciones y los cuerpos de bomberos de Guayaquil y Samborondón se enviaron unas 40 toneladas, entre cobijas, colchones, cocinas industriales, ropa, alimentos, dice Arosemena, y sigue abierto para seguir recibiendo.

La CCG también colaboró con el Municipio, donde Arosemena integró la comisión de logística, para gestionar los camiones que debían trasladar los kits ya armados hacia Manabí y Esmeraldas. Todos los camiones, los 80 que salieron en el convoy la primera vez, y los que continuaron yendo, fueron puestos por empresas privadas, con conductores y gasolina.

En algunos casos se recurrió a las redes sociales para solicitarlos; en otros, se comunicaban directamente para ponerlos a las órdenes o se las llamaba directamente a pedirlos.

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Lo mismo pasó con las aerolíneas de carga, nacionales e internacionales, que se pusieron a disposición para trasladar medicinas y personal.

La logística, incluso, tuvo una mano solidaria en la ciudad. Compañías de taxis, como Taxinet, dieron gratis sus carreras para quien llevara donaciones al Centro de Convenciones.

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María Gloria Alarcón, quien integró la Comisión de Alimentos que formó el Municipio para garantizar que no falten productos en los kits, cuenta que en primera instancia parecía imposible abastecer a tantas personas, pero que nunca faltaron alimentos. El reto más bien fue trabajar articuladamente entre instituciones, empresas y voluntarios.

Las empresas hicieron donaciones. Se iban haciendo kits y si faltaba azúcar, a través de llamadas y redes sociales (se solicitaba), y al momento llegaba una cantidad increíble con azúcar, gente con una bolsa o un quintal o empresas con camiones; igual pasó con el atún aceite, el agua, avena”, cuenta.

Los negocios también prestaron a su personal. Aunque la corriente más fuerte de voluntario fue el ciudadano común, dice Juan Ramírez, director de Gestión de Riesgos del Municipio, instituciones como Metrovía o Puerto Limpio, la Policía Metropolitana o entidades bancarias mandaban de 15 a 20 personas cada día.

Empezaron con 1.200 voluntarios por día, trabajando las 24 horas hasta los primeros cinco días. A partir del quinto día se bajó a 600 y desde el día 10 al 20, a 300 voluntarios. Ahora van entre 100 y 150 por día.

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Maritza Echeverría, de 52 años, es una de las voluntarias que se mantiene hasta ahora en el Centro de Convenciones. Es coordinadora de los coros de la Universidad de Guayaquil y motivada por una vida de voluntariado (desde sus 10 años) desde el 17 de abril llegó a ponerse a las órdenes. “Me quedé de largo, cuatro días seguidos casi sin dormir, la cantidad de cosas por hacer, era un trabajo arduo, toda la noche y madrugada llevaban donaciones.

El apoyo de la empresa privada, de la gente, los niños llevando hasta sus juguetes fue muy impresionante”, dice.

El Centro de Convenciones, que fue el gran centro de acopio, es un negocio privado que cedió primero un salón y luego casi toda su infraestructura, incluido el parqueadero.

El Centro de Convenciones facilitó primero el salón Eloy Alfaro y luego casi toda la estructura. “Se convirtió en una bodega gigantesca, hubo un desprendimiento de un país entero. Fueron camiones que ese día no produjeron rentabilidad a su empresa y la gente dejó estudios y demás por ayudar”, agrega Alarcón.

Sonia Crespo, presidenta de la Fundación Familia y Futuro, una de las ONG encargada de coordinar el envío de víveres, medicinas, ataúdes a las zonas afectadas por el terremoto, dice que necesitaron 112 camiones y 35 camionetas para enviar las donaciones que recibieron, además de 90 vuelos de avionetas. Toda la logística les fue facilitada sin costo.

“Gente que nos ha puesto sus avionetas a disposición sin cobrarnos ningún centavo, sin cobrarnos los fletes. Nos daban chofer incluido, más el camión y combustible para la ida y el regreso”, dice Crespo. (I)