Las vidas de 14 personas desaparecieron entre los escombros en una casa rentera de la calle Guayaquil y Rocafuerte, en el centro de Portoviejo. Pero sus almas siguen en el mismo lugar, por lo menos para sus vecinos, que desde la demolición del inmueble, el 22 de abril, levantaron un altar con velas y fotos de las víctimas del terremoto.

Del edificio de tres pisos, apenas queda el piso enlosado color verde, sobre él un mueble alacena queda intacto, ni la retroexcavadora se lo llevó. Allí, los moradores de la zona colocaron imágenes de la mayoría de fallecidos, que son los propietarios Manuel Cantos y su esposa Carmen, ambos de tercera edad; y sus inquilinos Mayra Vinces, José Luis Quintanilla, Rosa Sierra, Beatriz y Ronald Madrid, Manuel Molina, Viviana Calderón, Merly Arteaga y Marcelo Vargas; y entre ellos el niño Mathius Q.

En la hoja donde están escritos a computadora estos nombres, el listado se completa con letra manuscrita: “Dos almas que no se conocen nombres”, y otro mensaje dice: “Que Dios se los lleve con felicidad”.

Publicidad

“Cuando demolieron el edificio quedaron muchas fotos regadas y la gente del barrio comenzó a recogerlas y armó el altar con velas. Desde esa noche los vecinos vienen a encender las velas y a orar”, relata Gabriel Medina, mientras corrige la posición de un crucifijo de madera y acomoda varias fotos.

Un taxista se acerca, Víctor Saltos, respira profundo y cuenta: “Yo me salvé por poco. Yo guardaba el carro aquí porque era del dueño de la casa, el señor Cantos; pero ese día me hice tarde y no lo vine a dejar”.

Cuadras más adelante de aquella intersección, hay otra muestra de un tributo póstumo para más víctimas mortales del sismo: un ramo de flores blancas descansan en el suelo de un solar vacío, pero aún con las huellas de la destrucción. (I)