El colapso de su casa de cemento supone el peor trauma en la aún corta vida de Édison, Bryan, Ángeles y Justin, los cuatro hijos de Silvia Zambrano y Lenín Chumo, quienes desde el martes pasado llegaron de Pedernales, Manabí, para residir en casa de un familiar en Daule, en Guayas.

Con ellos, además, llegaron la madre de Chumo, Teresa Sabando, y una sobrina.

En Daule ya se contabilizan seis familias acogidas. Entre esas los Zambrano Chumo, que ahora viven en el sector del Cisne, al pie del malecón, en la casa de Elizabeth Miranda, cuñada de Silvia.

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Allí conviven tranquilos en la planta alta de una casa de dos pisos, tratando de olvidar lo acontecido la noche del sábado 16 durante el terremoto.

En una habitación donde reposan en tres colchones, los hermanos se acomodan y ordenan vestimentas y más enseres que han sido parte de la ayuda del Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES) y del Cabildo local.

“Gracias a Dios, no nos cayó ninguna losa, tuvimos raspones quedamos parados, en medio sala, pude cubrir a mis hijos; decía: ‘Que me caiga a mí, pero a ellos no’”, evoca Silvia.

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Un pedazo de pared golpeó la cabeza de Bryan, de 11 años, el segundo hijo de Silvia. A él le debieron suturarle doce puntos y, por una infección estomacal de urgencia, la familia llegó al cantón.

En el éxodo también influyeron los problemas de malos olores por la descomposición de cuerpos e insalubridad. “Allá (en Pedernales) la atención está para los que tenían traumas de golpes, él vomitaba y andaba con fiebre, solo hay centros de salud”, relata la mujer que arribó en el vehículo de su cuñado Rubén Chumo.

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Aunque sus hijos gustan de ver televisión en una sala de la casa de sus cuñados, ella recalca que ellos son conscientes de lo que vivieron y requieren ayuda psicológica. “Cuando salíamos de allá lamentablemente vieron todo lo que había pasado”, dice con tristeza Silvia. Ella espera por medio de un examen de tomografía descartar problemas encefálicos en la cabeza de Bryan.

Sueñan con ‘un nuevo amanecer’. Lo aluden porque así se llamaba su barrio en Pedernales. “Volveríamos cuando no haya peligro”, recalca la madre y agrega que con cada réplica los nervios se le alteran.

A más de su preocupación para que su esposo pueda recabar fondos en su negocio de mototaxi, en Pedernales, relata que desconoce aún dónde estudiarán sus hijos, ya que la Unidad Educativa Aurora Giler, donde se educaban, colapsó con el sismo. Sus niños sueñan volver a divertirse con sus juguetes. (I)