Ha pasado una semana desde ese día de espanto, del día en que por el terremoto algunos creyeron que aquel “fin del mundo” bíblico del que tanto habían escuchado en sus vidas había llegado. Buena parte de las edificaciones del cantón quedaron sino derrumbadas en el piso, inhabitables; aún no hay reportes oficiales que dimensionen esa realidad que por ahora solo es la imagen de una ciudad solitaria, donde el ruido del trajín ciudadano ha sido reemplazado por el de las maquinarias que recogen escombros. Un tiempo en el que los habitantes de esta localidad han vivido cada noche como un encuentro con las tinieblas.

El servicio de energía eléctrica opera en la parroquia urbana Leonidas Plaza que ya cumplió 83 años, en el bloque que abarcan las primeras cuadras desde el mar hacia el interior de la Bahía tradicional. También funciona en un pequeño espacio del malecón, que permite que una veintena de luminarias decorativas rompan un poquito la profunda oscuridad que hasta la noche del domingo experimentaron sus pobladores.

El resto es una oscuridad profunda que llega hasta los cerros, aunque los reportes oficiales señalan que el servicio de energía eléctrica se ha restaurado en el 75%.

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Generadores termoeléctricos privados o instalados por la empresa eléctrica pública dan luz a puntos específicos: el almacén Tía, el parque que está frente a la iglesia y la iglesia, un par de locales en el malecón y otros pocos puntos de la zona residencial.

Bahía parece un caserío la noche del sábado pasado, al verla desde el puente que la une con San Vicente; contraria a la imagen de siempre y a la que aparenta en el día por las edificaciones que permanecen en pie, aunque de cerca muestren la realidad que dejó el terremoto en sus empinadas estructuras: huecos piso tras piso, paredes ausentes, ventanales destrozados.

En términos de desarrollo, desde la noche del 16 de abril San Vicente supone superar a Bahía. Ninguna tiene agua potable, pero en la primera, según el reporte oficial el 91% de la localidad cuenta con energía eléctrica. Ahí, buena parte de sus locales comerciales funcionan, los restaurantes tienen energía para encender los congeladores y pueden mantener en frío carnes, mariscos, vegetales perecibles, y atender a comensales; por tanto, trabajar. Ahí, según el último reporte de la Secretaría de Gestión de Riesgos que informó sobre las edificaciones destruidas y afectadas, 213 están en el primer grupo y 143 en el segundo.

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Los hoteles de este cantón reciben huéspedes: personal de la Secretaría de Gestión de Riesgos, del Ministerio de Salud y de otras entidades públicas centrales o de otras localidades como el Municipio de Guayaquil, de organizaciones de Naciones Unidas, o de entes privados que han llegado para hacer inspecciones o ayudar al rescate de este sector.

El turismo era una actividad principal en Bahía, Ciudad Patrimonio del país. La mayoría de los hoteles tradicionales como La Herradura están destruidos. Una de sus paredes solo sirve para la inscripción de unos códigos y palabras que identifican su condición: colapso.

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La oscuridad en Bahía empezó aquella noche de los gritos colectivos más desgarradores que se escucharon en la ciudad bañada por un mar casi sin olas, sereno, donde la buena correspondencia ha sido actitud generalizada de sus habitantes. La noche en que las antiguas casas, aquellos espacios de reuniones familiares que acogían a parientes y amigos que llegaban de otras ciudades del país a pasar días de sol y que acumularon recuerdos de infancia y adolescencia, se convirtieron en una amenaza de vida.

Y por eso muchos, como Betty, de 81 años, duermen en la calle, pensando qué diría su amado esposo fallecido si la viera en esas circunstancias. Picada de moscos, mojándose en las noches lluviosas como las de ese sábado. “Nadie entiende lo que uno está viviendo”, pidiendo prestado un baño o aguantándose las ganas “todo lo posible”, dice. Tantas cosas se le vienen a la mente, al ver su casa en pie, pero con algunas señas de daños cuya dimensión solo podrá ser determinada por un experto. Cómo reconstruir su vida, cómo atender su pierna hinchada, en cómo ir hasta el parque “donde dicen que hay unos médicos” si no tiene quién la lleve hasta allá. (I)

Seguridad
Policía Nacional

Recorridos
Grupos de personal pedestre de la Policía y tres patrulleros están asignados para recorrer las calles de Bahía. La mayoría camina por el malecón, otros por vías aledañas a este. El temor continúa en la población.

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