Llenarse las manos con tierra, jugar en espacios abiertos, cargados de verdor y hacer sus primeras siembras con semillas que le regalaban sus abuelos son los recuerdos que más atesora de su infancia. Para ella así comenzó su amor por los árboles.

Es Andrea Fiallos, una guayaquileña de 29 años, cuyo espíritu impulsivo y aventurero la han ayudado a cumplir sus sueños, siendo uno de los más importantes la Fundación La Iguana, una organización sin fines de lucro que comenzó a crear en el 2012, sola, sin una estructura formal y que ahora cuenta con 25 voluntarios y más de 1.000 árboles sembrados.

Sus ojos claros se iluminan en ese rostro cubierto de pecas cuando habla de los árboles. “Un árbol le arregla el día a cualquiera, estar bajo su sombra, sentir la firmeza de su tronco y el aire puro que se respira a su alrededor, me hace creer que el mundo puede mejorar, y a mí me gusta soñar en grande y no descansaré hasta lograrlo”, dice.

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A pesar de que su etapa colegial no estuvo vinculada a temas medioambientales, ella siempre estuvo rodeada de naturaleza. Todas sus vacaciones eran en la hacienda de su familia o en la playa.

Al graduarse estaba confundida, no sentía inclinación por ninguna carrera, por lo que se inclinó por estudiar Negocios en una universidad en el extranjero. Continuó con la carrera, pero no era algo que la apasionara, así que decidió volver y emprender en la venta de ropa con una amiga, a los 21 años.

“Nos fue muy bien durante tres años, pero tampoco era algo que me llenara, yo tenía ganas de hacer algo que tuviera un significado importante para el mundo”, enfatiza.

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Tras unos meses de descanso, aún sin tener en claro a lo que quería dedicarse, se dio cuenta de que una de las cosas que la apasionaban era crear, por lo que buscando oportunidades encontró un curso de bioarquitectura en Brasil y decidió tomarlo. Esta carrera consiste en construir edificaciones con bajo impacto ambiental, a base de técnicas sanas para el medioambiente.

Allí estuvo durante tres meses, al regresar aplicó sus conocimientos diseñando jardines horizontales y demás, pero seguía sintiendo que le faltaba algo importante en su vida.

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De esta manera surgió la idea de crear la Fundación La Iguana, en el 2012, cuando tenía 24 años. “Abrí los ojos y me di cuenta de mis experiencias cercanas con la naturaleza, de lo mucho que disfrutaba estar en espacios verdes, de que mi lugar favorito era bajo un árbol, que me dé sombra y me proteja del calor, recordé lo hermosa que era la av. del Bombero, repleta de árboles, y me dije: ‘No quiero ser una más de esas personas que se quejan de todo y no aportan con una solución, si quiero una ciudad con árboles, debo empezar a sembrar, y así comencé”.

Dio su primer paso con la campaña Sembrando una ciudad, que proponía recuperar la identidad botánica de cada sector, sembrando especies nativas de cada zona.

Andrea cuenta que el camino fue duro. La primera siembra fue en la avenida principal de Entre Ríos, con sus recursos y la ayuda de familiares y amigos. “Me cerraron muchas puertas, porque como no veían una propuesta muy concreta no me brindaban apoyo, pero yo seguía en la lucha”, dice. Al mismo tiempo comenzó a elaborar Árboles del gran Guayaquil, un libro que da a conocer las especies que hay en cada zona. Luego se casó y tuvo dos hijos, por lo que pasó un par de años desconectada de la fundación.

“Lo más importante en mi vida son mis hijos, es muy difícil distribuir mi tiempo entre ser mamá y dirigir la fundación, pero siento que lo que hago es por ellos, para demostrarles que su madre luchó por un ideal y que esta ciudad verde que se está construyendo será su legado”, dice emocionada.

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En 2015 retomó con fuerza la dirección de la fundación que creció notablemente luego de su participación en Tedx Peñas, evento organizado por Espae (Graduate School of Management), en el que expositores nacionales y extranjeros dan a conocer sus emprendimientos. De esta manera y con movimiento por redes sociales, se formó el grupo de voluntarios y surgieron marcas interesadas en patrocinar la campaña.

A su vez su acercamiento con los municipios de Samborondón y Guayaquil le permitieron realizar grandes siembras. Hasta el momento se han plantado 400 árboles en Samborondón, 500 en Guayaquil y 300 en Playas. Está previsto hacerlo también en Manta, Quevedo, Cuenca, Quito y Galápagos. (I)

Dicen de ella Es una mujer maravillosa que nos ha contagiado a todos con su sueño y energía. Tiene ideales grandes y no tiene miedo a cumplirlos, le decimos mamá árbol”.Andrea González, Voluntaria